Vistas de página en total

lunes, 22 de julio de 2013

WOLF

Perdonad a todos por que subiera el fanfic sin más, pero me daba muchos problemas al cargar y aun no puedo subir todos los dibujos que van con la historia, asi que solo os puedo dejar la historia asi por el momento.
Es un fanfic de Lay de EXO M y contiene mucho lemon (escenas explicitas) asi que todo el que acceda a la pagina y lea, será bajo su responsabilidad.
Espero que os guste.






PRÓLOGO



En el silencio del bosque, el lamento de un lobo no podía pasar desapercibido, ni siquiera para aquellos animales que lo tenían como su depredador, y todo permanecía en silencio, dejando que las lamentaciones fueran como un eco del bosque.
Ni siquiera había visto la trampa hasta que su zarpa se había quedado atrapada entre aquellos dientes metálicos que ahora parecían reírse de él.
De haberse encontrado más calmado, hubiera sido posible que viera la trampa y la hubiera esquivado, pero el estupido conejo había tenido que interponerse en su camino, cegándole y haciéndole correr tras él sin percibir bien el terreno que pisaba.
Intentó lamerse la herida a través de aquel aparato infernal, solo los humanos habían podido inventar un artefacto tan rastrero de caza, pero no podía ayudar a cerrar la herida cuando aquellos dientes aun seguían desgarrando su carne, dejando que su sangre formara un charco en el suelo que la tierra había empezado a beber poco a poco.
Continuo elevando sus lamentaciones al cielo, esperando que alguno de sus hermanos se hallara cerca y corriera para socorrerlo, pero él mismo sabía que aquello no iba a pasar. Se había alejado de todos aquellos que podrían haberle ayudado durante la carrera tras su presa y ahora se hallaba completamente solo.
Lo único que podía hacer era esperar a que apareciera el artífice de aquella cosa, en busca de la presa que su juguetito hubiera atrapado, decidiendo si matarlo o no cuando se encontrara con él.
Su ultima lamentación hizo eco entre los arboles de alrededor, como si realmente no estuviera solo, y oyó un ruido de algo o alguien acercándose a donde se encontraba.
Alzó las orejas para captar mejor el sonido. Quien fuera a llegar, olía a humano. Y eso solo significaba una cosa.
Su muerte.
Quería mirar bien la cara de quien lo iba a arrancar de las garras de aquel mundo, recordar esas facciones para poder seguir odiándolo incluso desde la otra vida.
Fuera quien fuera, él estaba preparado para pelear por su vida con las pocas fuerzas que le quedaban.
¡Ven!.¡Al menos, dejame morir con algo de honor!, pensó, viendo como los primeros arbustos se abrían ante él.









CAPITULO 1



Lyona seguía oyendo aquellos aullidos cargados de dolor desde algún lugar del bosque que lindaba con la casa de su abuela.
A la muerte de esta, había heredado la casa tradicional de su familia a las afueras de Seúl, en un idílico lugar que a ella siempre le había encantado, rodeada de la naturaleza por todas partes, pero donde nunca había permanecido demasiado tiempo, ya que su abuela y su madre, por mucho que se quisieran, siempre terminaban discutiendo cuando estaban juntas.
Tras graduarse como ayudante medioambiental, no conocía un lugar mejor para residir que ese, a pesar de que su padre no había dejado de insistir que debía permanecer en la casa familiar, en el centro de Seúl. Este se había trasladado desde Paris para trabajar en la embajada, donde conoció a su madre y, al casarse, la sacó de aquel lugar para llevarla cerca de su trabajo, donde podría verla con más asiduidad.
Y ahora, allí estaba ella, intentando localizar de donde venían aquellos aullidos.
Que el bosque fuera tan grande que hiciera eco no ayudaba nada a localizar al animal, así que, desesperada por el sufrimiento por el que parecía estar pasando este, se internó entre los arboles y comenzó a caminar a ciegas, rezando para que su oído no le estuviera jugando una mala pasada.
Ya había limpiado la casa de su abuela de arriba a bajo y comprado los muebles que había creído que necesitaban una sustitución. Y, ese día, cuando por fin podría entrar tranquilamente en lo que seria su nueva casa, asegurándose que todo estaba como debería, había aparecido aquel animal que necesitaba su ayuda.
Ignoró las ramas bajas que le arañaron los brazos y las piernas, también aquellas que se enganchaban en su camiseta de tirantes y en sus cortos pantalones vaqueros, que le llegaban por debajo de la rodilla. Lo único que quería era encontrar a aquel animal que la estaba llamando y que necesitaba ayuda urgente, notando como cada vez oía los aullidos más cerca.
Abriéndose paso entre unos pesados arbustos que le salieron al paso, oyó con temor que el animal se había silenciado, lo que podía significar dos cosas:
Que había notado que llegaba. O que había muerto esperando ayuda.
Pidiendo a quien fuera que la estuviera escuchando, rezó por que fuera la primera opción y consiguió pasar los molestos arbustos, llegando a un pequeño claro entre los arboles donde casi se dio de bruces con un lobo.
El animal era más grande de lo que jamás supuso que seria un lobo, con un pelaje entre el rubio y el naranja que brillaba con la escasa luz que llegaba al lugar, y la miraba fijamente con sus ojos amarillos color oro, como si esperara a que hiciera algún movimiento indebido para lanzarse sobre ella, ignorando su zarpa, atrapada entre los dientes de una trampa para osos.
Lyona frunció el ceño al ver eso.
En aquel bosque estaban prohibidas esas clase de trampas para animales.¿Quien se había atrevido a saltarse las leyes tan cerca de una encargada medioambiental?.
Quien fuera el responsable de aquello, se le iba a caer el pelo.
Cuando dio un nuevo paso hacia el animal, este le gruñó, obviamente no tomándola como ninguna amiga, enseñándole la perfecta dentadura que tenía, así que alzo las manos, intentando hacerle entender que no iba a hacerle ningún daño.
-Tranquilo, pequeño. Vengo a ayudarte-le explicó con la voz más suave que le pudo dirigir.
El animal dejó de gruñir, pero aun seguía mirándola fijamente, esperando su movimiento en falso o algún indicio de que debía atacar.
-Si me dejas acercarme, podré quitarte esa cosa de la zarpa,¿de acuerdo?-le dijo, dando un paso más cerca mientras le señalaba la trampa con un dedo.
El lobo miró esta, como si la hubiera entendido, y alzó de nuevo la vista hacia ella.
Poco a poco, consiguió colocarse frente a él, observando como este retrocedía arrastrando la tripa por el suelo, aun sin fiarse de ella, todo lo que la trampa le permitía.
<<Yo tampoco tengo motivos para fiarme de ti>>, pensó ella. Pero, para abrir esta, necesitaba arrodillarse en el suelo, donde no podría moverse rápido si el animal saltaba sobre ella en cualquier momento.
Aun arriesgando a que un accidente de ese tipo pasara, acabó arrodillándose.
-No me hagas daño mientras intento ayudarte,¿de acuerdo?-le dijo, ahora con la vista casi a la misma altura que la del animal, aun manteniendo un tono de voz suave y apacible.
El animal no dio signos de ``trato hecho´´, pero tampoco se abalanzó sobre ella cuando comenzó a mirar la trampa, intentando descubrir como seria el mejor modo de abrirla para evitarle al lobo el mayor daño posible.
Pero mirara por donde mirara, este iba a sufrir daño si o si, con la zarpa atrapada de esa manera entre los dientes de aquella cosa.
Aun temiendo que este le lanzara una dentellada en cuanto le hiciera el más mínimo daño, miró al animal a los ojos de nuevo.
-Creo que esto te va a doler, así que vas a tener que ser fuerte. Intentaré ser lo más rápida posible.
Y, tras esas palabras, intentó abrir la trampa, cogiendo ambas partes entre sus manos y tirando con fuerza.
Oyó como el animal soltaba un pequeño gruñido cuando los dientes se movieron, aun sobre su herida, pero no la mordió en ningún momento, lo cual era bueno. Significaba que, hasta cierto punto, se fiaba de ella.
Tomando aire profundamente para coger fuerzas, volvió a intentar abrir la trampa, viendo que, cuando las dos partes se movían, el animal comprobaba si ya podía sacar su zarpa.
Al parecer solo necesitaba un pequeño empujón más.
Apretando los dientes y los ojos, forzó a sus brazos para utilizar toda la fuerza de la que podía echar mano y, comenzando a pensar que no lo conseguiría sin ayuda, notó como el animal por fin podía sacar su zarpa herida y ella se echó hacia atrás antes de soltar, evitando quedar ella atrapada en el proceso.
El lobo se había retirado unos cuantos pasos de ella y estaba demasiado ocupado lamiendo su herida como por preocuparse por lo que pudiera hacer.
Por la sangre seca que había entorno a aquella cosa, debía de haber permanecido en aquella cosa durante horas, horas de dolor mientras se veía atrapado, esperando a quien fuera el dueño de ese dichoso aparato.
Permaneció donde estaba, sin moverse, intentando comprobar que seria lo que el animal haría una vez que intentara desinfectarse la herida, comprobando que ella aun permanecía en el mismo lugar.
Pero lo único que hizo este fue mirarla, como si fuera un raro ejemplar de alguna clase que no esperara encontrar.
Caminó un poco, tratando de acercarse, pero, pareció pensárselo mejor y desapareció rápidamente entre los arboles, dejándola decepcionada donde estaba.
No sabía que era lo que había esperado que este hiciera, pero no había sido nada como aquello.
Pensando que aun tenía cosas que hacer en casa, se puso en pie sacudiéndose sus manchados pantalones y dio media vuelta, aun mirando a su espalda.
Pero el animal había desaparecido.
De igual forma que ella poco después.

….....

A Lay le hubiera gustado quedarse en el claro con aquella chica.
Había sido la única que había aparecido para ayudarlo y él no era ningún ingrato, pero ella seguía siendo solo una humana normal y corriente, alguien racional que se pondría a gritar como una histérica cuando viera a este cambiar ante sus ojos y transformarse en un chico.
Causarle un paro cardiaco no le parecía la mejor forma de dar las gracias.
Y tampoco era ningún perro domesticado como para acercarse a ella y darle un lamentón agradecido en la cara. Aunque....la idea no le pareciera tan mala.
La chica era de su tipo. Guapa, con el cabello largo marrón tan oscuro que parecía negro, un físico envidiable y unos preciosos ojos color agua-marina, indicando que, sin duda, no era del todo coreana aunque sus rasgos se asemejaran. Ademas, era un poco más baja que él, lo cual le encantaba.
Examinando su zarpa, que había comenzado a curarse en cuanto aquel chisme se había alejado de su carne, decidió que no seria una mala idea acercarse a aquella chica en su forma humana, aquella que tan poco utilizaba.
Pasaba la mayor parte del tiempo en los bosques, corriendo o encontrándose con otros de su raza. Tenía una pequeña vivienda entre los humanos donde tenía ropa y demás cosas que pudiera necesitar, pero a penas se acercaba por allí si no era estrictamente necesario.
Criándose solo prácticamente desde cachorro, escuchó a los más adultos de su manada que poblaban aquella región, por lo que tenía la casa, pero, al contrario que ellos, no trabaja para los humanos. La casa que tenía era apenas una cabaña que había construido para dejar sus cosas, apartada del pueblo, sin agua ni electricidad. Si necesitaba bañarse, tenía todos los ríos que quería en el bosque. Y si necesitaba luz en la noche, era lo suficientemente capaz como para hacer un fuego.
Sin embargo, tras haberse encontrado con aquella chica, algo le dijo que a lo mejor no había sido tan buena idea apartarse tanto de los humanos. Si había gente que había puesto aquella clase de trampa para animales, también había gente que se dedicaba a ayudarlos.
Dando unas cuantas vueltas más, decidió volver al claro para encontrar el rastro de ella y así saber donde podía encontrarla.
Si ella le había ayudado, él podía devolverle el favor.
Cuando llegó trotando de nuevo al claro, este se encontraba vacío, lo cual le decepcionó débilmente, tal vez pensando que la chica podía seguir allí, pero olió el lugar donde esta había estado, ignorando a posta la trampa que ahora se hallaba mordiendo el aire, y comenzó a seguir su rastro entre los arboles hasta chocar con una casa tradicional al poco de abandonar el linde del bosque.
Escondiéndose entre los arbustos para tratar de no ser visto, inspeccionó el lugar, tratando de ver algo del interior, pero las ventanas eran pequeñas y un muro cercaba la casa, lo que le hubiera obligado a entrar si quería echar un vistazo.
Elevando el hocico, intentó captar otros olores que vinieran de la casa para averiguar que otras personas vivían allí, pero, para su sorpresa, el único aroma que llegaba a él era el fresco y limpio olor de ella, como a algún tipo de flor silvestre que la caracterizaba. El rastro de otros aromas era tan lejano que era obvio que solo ella vivía allí.
Alarmado por ello, intentó volver a mirar dentro de la casa.
¿Como podía vivir una chica joven como la que le había ayudado en aquella enorme casa sola?.¿Es que acaso no comprendía lo peligrosos que eran los de su especie que se arriesgaba de aquel modo a que le ocurriera cualquier cosa y no pudiera defenderse, sin ayuda posible?.
Miró por los alrededores, asegurándose y asustándose a la vez al comprobar que de verdad aquella era la única casa a unos buenos cientos de metros de distancia, dejándola prácticamente aislada pasara lo que le pasara.
¿Es que aquella chica no tenía instinto de supervivencia?. Primero, ayudaba a un lobo que, de haber sido de verdad solo un lobo salvaje que viviera en el bosque, la hubiera mordido y, tal vez, algo peor. Y, ahora, encima, vivía allí sola.
Solo le faltaba que colocara un cartel en la entrada de su casa que pusiera:
``Mujer joven totalmente desprotegida. Interesados, no llamad antes de entrar´´.
Si no fuera porque nadie coherente se fiaría de las palabras de un joven desnudo, en aquel mismo momento se transformaría y entraría en aquella casa, dándole un par de cachetadas para que espabilara de una vez y, al menos, pusiera uno de esos sistemas de seguridad del que los humanos les gustaba presumir tanto.
Pero tenía que ver cual seria su estrategia de acción.
Quería acercarse a la chica, pero sin darle un susto de muerte.
Por más que pensara en ello, ese día no se hiria a llevar a cabo nada como aquello.
Lo único que hacia desde allí era observarla, pero nada más. Su mente no conseguía encontrar un plan conveniente por mucho que quisiera, así que se dio la vuelta para volver a internarse entre los arboles.
No se alejaría mucho de aquel lugar, pero tampoco se quedaría demasiado cerca para tratar de evitar que lo vieran desde la casa.
Quería estar cerca para cuando se le ocurriera el plan ideal.

…...................

Lyona observaba lo que ahora era su casa. Con la distribución de una casa tradicional, la había suministrado de todas las comodidades a las que se había acostumbrado, como un baño occidental con una gran bañera y una cocina con todos los electrodomésticos modernos que necesitaba. La lavadora estaba tras la puerta corredera de la cocina, donde tantas veces había visto a su abuela lavando a mano la ropa.
El salón, que siempre había sido un gran espacio al aire libre nada más entrar, ahora contaba con una puerta acristalada para que siguiera siendo visible al entrar, ahora con su sofá rojo allí de espaldas a la puerta, y pudiera climatizarse como el resto de la casa. Su habitación estaba al lado derecho del salón y la primera habitación de invitados, que había sido de su abuelos, estaba justo al frente, al lado de la cocina.
Al lado de su habitación había un baño que comunicaba con su cuarto y con el segundo cuarto de invitados y este, a su vez, conectaba con el pasillo interno de la casa.
Había mantenido el pasillo exterior de madera para descalzarse, ya que le traía recuerdos de como su abuelo le había enseñado de niña a hacerlo, siempre dándole un caramelo cuando lo hacia bien. En realidad, siempre había sabido hacerlo, pero lo fingía para recibir el premio. Aunque estaba segura que su abuelo también lo había sabido.
En general, solo había cambiado los muebles y modernizado los electrodomésticos. El resto seguía más o menos como originalmente, pero con una mano más de pintura y madera nueva.
Cuando por fin comprobó el resultado final de su vivienda, se había sentido muy orgullosa, como si lo hubiera hecho todo con sus propias manos.



Se descalzó en la entrada, poniéndose las zapatillas de andar por casa, y se dirigió a su habitación para coger algo de ropa antes de meterse de cabeza al baño.
Su cuerpo pedía una ducha a gritos y al día siguiente había quedado con unos compañeros de trabajo para repartirse las empresas que debían visitar para asegurarse de que cumplían las leyes medioambientales. Y debía pedirles que intentaran averiguar quien era el que ponía esas trampas en el bosque cerca de su casa.
No iba a permitir ni un minuto más que ese ser que se hacia llamar humano siguiera atormentando a los animales de aquel modo.
Solo de pensar en todos los que habrían caído en aquella trampa antes de que ella llegara allí hacia que todo la piel se le ponía de gallina.
Pero, prefiriendo dejar ese tema de lado, cogió su ropa y se fue a la ducha.












CAPITULO 2


Bien temprano aquella mañana, el despertador de Lyona comenzó a sonar, haciendo que esta se apretara más contra las sabanas, intentando resistirse a la idea de levantarse.
Pero el hecho era que le seria imposible que le ganara al despertador, ya que este funcionaba con electricidad y no se iba a cansar de sonar, pero ella si se iba a cansar de oírlo. Así que, aun con todo el dolor de su corazón, emergió entre el lío de sabanas que era su cama y alargó la mano, apagándolo de una buena vez.
Aun revoltosa, se quedó sentada en la cama, arrascándose la cabeza, demasiado dormida para recordar que aquella había sido su primera noche en su nueva casa.
Cuando la idea pareció entrar en su cerebro, asintió para si y, con una sonrisa, se puso en pie, dirigiéndose al baño por la puerta directa para darse una rápida ducha.
No es que hubiera quedado con sus amigos a una hora muy temprana, pero lo malo que tenía poseer un pedacito de paraíso es que, por regla general, este siempre se encontraba lejos del centro de la ciudad y tenía que coger uno de los pocos autobuses que pasaban por el pueblo en esa dirección.
Así que, tras la ducha rápida, cogiendo un vestido lavanda de verano de su armario y beberse rápidamente una taza de café que parecía más bien leche y azúcar con café, recogió su bolso y se dirigió a la parada del autobús, al final del camino que se dirigía a su casa y la única carretera que podía recibir ese nombre por allí.
Se debía caminar un rato para llegar, lo cual le vino bien a Lyona, ya que la ayudó a despejarse.
Aun no tenía todos sus sentidos alerta y le costaba descansar bien en un lugar al que no se había hecho del todo, sobretodo teniendo en cuenta los años que habían pasado desde la ultima vez que había dormido en aquella casa.
Cuando consiguió llegar a la parada, dio las gracias mentalmente al que se le había ocurrido poner un banco, ya que, aunque en principio pensaba que no, era una caminata dura, con el sol veraniego ya empezando a hacer de las suyas.
Alzó la vista al cielo una vez que se hubo sentado, contemplando como las pequeñas nubes blancas que cruzaban ese cielo increíblemente azul pasaban sin prisa, de camino a alguna que otra parte del mundo.
-Hermoso día, ¿verdad?-dijo alguien a su lado.
Sobresaltada, giró la cabeza, observando a un chico más o menos de su edad, pero más alto que ella, a su lado. Tenía el pelo corto rubio, pero ligeramente anaranjado, y los ojos marrones oscuros. En esos momentos, le estaba dirigiendo una tranquila sonrisa, lo que hizo aparecer dos encantadores hoyuelos en su cara que, en cualquier otro momento, Lyona hubiera encontrado irresistibles. Pero el tipo había aparecido allí en completo silencio, ni siquiera lo había sentido, y eso la hacia desconfiar. Además, conocía más o menos a casi todos los vecinos que vivían en las inmediaciones y ninguno tenía un hijo o un nieto como aquel.
Iba vestido con una camiseta de tirantes anchos de color amarillo claro, casi beigse, dejando los brazos al descubierto, luciendo el tatuaje de la cabeza de un unicornio en su brazo izquierdo, y unos pantalones parecidos a los vaqueros de color violeta claro. Los zapatos de deporte azul oscuro que llevaba parecían demasiado nuevos para vivir entre el campo y el bosque como se encontraba.
Ella solo asintió a sus palabras, haciéndose hacia adelante hasta apoyar sus brazos en las piernas, dándole a entender que no le interesaba hablar con él.
Pero el tipo no lo entendió o no quiso entender.
-No te he visto mucho, así que debes ser nueva por esta zona. Me llamo Lay-se presentó.
Pero todo lo que recibió como respuesta por su parte fue un nuevo asentimiento de cabeza.
A esas alturas, el chico ya debería haber entendido que ella no iba a hablar, al menos no con él, pero este era insistente.
-Yo vivo por aquí cerca. Tú también,¿no?.
¿Por qué parecía que ya no sabía de que hablar?.¿Hasta ahí llega su arte de ligoteo?, pensó Lyona.
Por algún motivo extraño, tuvo la sensación de que aquel chico no estaba acostumbrado a tratar con las personas y, con ese color de cabello, le recordaba demasiado al lobo que había encontrado el día anterior en el bosque.
Una idea estúpida sobre hombres-lobo se le pasó por la cabeza, pero la desechó tan rápido como había llegado.
Los hombres-lobo no existían, se tuvo que recordar, como si estuviera regañando a una niña pequeña dentro de su cabeza, y siguió con la vista al frente, ignorando al chico en la medida de lo posible.
Pero...tenia que admitir que este era sumamente atractivo y, cuando menos se daba cuenta, sus ojos se giraban a mirarlo, dandose cuenta que él si seguía mirándola, y apartando la mirada rápidamente después.
El chico abrió la boca, pareciendo que fuera a decir cualquier otra cosa que se le pasara por la mente, pero, en ese momento, llegó el autobús.
Lyona se puso en pie y buscó el dinero dentro de su bolso para pagar. Sin embargo, cuando el autobús llegó a su altura, deteniendose, y miró hacia atrás, vio que el chico había desaparecido.
Miro a su alrededor, asegurándose de que en verdad no se encontraba a la vista y pensando si se había vuelto loca imaginando gente que no existía, pero el conductor del autobús tenía demasiada prisa como para permitirle sus reflexiones.
Con voz molesta, le preguntó si iba a subir y ella, disculpándose tímidamente, eso hizo, pagando el billete y corriendo a sentarse en uno de los asientos libres junto a las ventanillas.
Cuando el autobús volvió a ponerse en marcha, Lyona volvió a intentar ver al chico por los alrededor, pensando que, a lo mejor, se había metido por algún camino junto a los arboles y por eso lo había perdido de vista, pero por más que miró mientras se alejaba de allí, no vio nada.
Era como si la tierra se lo hubiera tragado.

…............

-No me gusta eso que dices-le dijo Seung Jae, su compañero de trabajo, cuando ambos salieron de la oficina y decidieron parar en un local para almorzar antes de que los dos se dirigieran a las empresas que les tocaba supervisar.-También sabía que ese bosque estaba protegido contra los cazadores, así que no sé quien a tenido el valor de saltarse las leyes de esa manera. Pero tampoco me agrada la idea de imaginarte acercándote a un lobo tú sola cuando no sabias como iba a reaccionar-soltó, colocando su mano encima de la de ella.
Seung Jae siempre había llamado la atención de las mujeres por su ingenio despierto y por que era un hombre claramente atractivo, pero este quería una mujer que solo mirara por él y por su casa, abandonando su trabajo una vez que se casara con él para que cuidara de los hijos que este quería tener.
Lyona no era una mujer pensada para esa clase de vida, por mucho que este se empeñara en lo contrario.
Sacando su mano con delicadeza bajo la de él, siguió comiendo su plato de Tteokguk con calma al tiempo que él hacia otro tanto de lo mismo.
Seung Jae había sido otro de los cuales que, junto a sus padres, se habían opuesto a la idea de que ella se marchara a aquella casa en mitad de ninguna parte.
-No me hizo nada. Creo que sabía que no estaba allí para hacerle daño.
-Es un animal salvaje, Lyona. No sabe nada de eso. Lo único que podría distinguir es que los humanos son los que le hacen daño. Lo más seguro es que no te atacara porque estaba demasiado herido para eso.
Ella frunció el ceño, sin estar de acuerdo con eso, pero no rebatió las palabras de este. No tenía ganas de empezar una nueva discusión por un conflicto de opiniones en un lugar publico.
A pesar de que confiaba en él por ser un excelente trabajador, era demasiado controlador con ella, como si en algún punto de su amistad, ella le hubiera dado el derecho de tener ese tipo de actitud.
Las chicas que trabajaban con ella no sabían si envidiarla o sentir lastima por ella.
Aun en silencio, terminó con su plato lo más rápido que pudo y, alegando que tenía que ir a la empresa que le tocaba, se puso en pie y se despidió de Seung Jae, que aun no había terminado su plato y que solo pudo ver, impotente, como ella desaparecía por la puerta.
-Ese tío es imbécil-le dijo una voz a su lado cuando salio del local, provocándole un sobresalto.
Con una mano en el pecho, intento decirle a su corazón que siguiera allí dentro sin dar problemas, Lyona pudo ver como aquel chico rubio estaba tranquilamente apoyado en la pared, con los brazos cruzados, como si llevara mucho tiempo esperando por ella.
-¿Me estas siguiendo?-fue lo único que salió de sus labios.
-Digamos...que a dado la casualidad que pasaba por aquí-comentó el chico como si nada.
-No me gusta que me sigan-le insistió ella, endureciendo la voz.
Y,entonces, el chico la miro, con aquellos calmados ojos marrones pendientes a la expresión de ella.
-¿Quieres que tomemos el postre por ahí?-fue lo que le soltó él, como si no notara que los niveles de malestar de Lyona estaban alcanzando grados demasiado peligrosos.
-No. No quiero. Lo que quiero es que desaparezcas de mi vista si no quieres que llame a la policía. No sé de donde has salido ni me importa, así que piérdete.
Y, con las mismas, echó a andar por la calle, en dirección a su trabajo.
Pero, en verdad, ese tal Lay era un chico insistente.
En vez de comprender que lo mejor en ese momento era dejarla sola para que se calmara, comenzó a seguirla sin ningún tipo de disimulo, dejando solo unos pocos pasos entre ellos.
Si en aquellos momentos hubiera pasado un policía, podía estar más que seguro que lo hubiera denunciado. Pero, tratando de dejarlo atrás, comenzó a andar más deprisa, intentando perderlo entre la gente que caminaba por la calle y era prácticamente una marea viva.
Al doblar una esquina después de un rato de avanzar al trote, dio por supuesto que era imposible que el chico siguiera tras ella, pero al echar una ojeada por encima de su hombro, allí estaba, tan fresco como si no llevaran un buen rato jugando al ratón y al gato, aun caminando tan cerca de ella como cuando Lyona había acelerado el ritmo.
¿De qué estaba hecho aquel chico?.¿Es qué acaso había participado en las olimpiadas o algo así?.
Ella estaba sudada, cansada, harta de que la gente chocara contra ella sin ningún cuidado. Pero aquel chico lucia como si estuviera dando un jodido paseo por el campo, sin que nadie se acercara a él, como si llevara encima alguna clase de repelente anti-personas.
En aquellas circunstancias, Lyona echó mano de lo que creía saber.
Se acercó a una parada de autobús, subiéndose al primero que encontró que iba hacia donde quería.
Observando, de pie como estaba agarrada a una de las sujeciones del vehículo, se dio cuenta que el chico era incapaz de subir al autobús por algún motivo, y la miro disgustado desde abajo. La angustia que vio en sus ojos la hizo sentirse mal durante unos instantes, pero después se recordó que ese chico tenía toda la pinta de un acosador y miró hacia otro lado, ignorándolo.
-¡No puedo seguirte ahí dentro!-oyó como este gritaba desde fuera, haciendo que toda la gente del autobús se volviera a mirarlo.
Lyona solo abrió los ojos como platos, incrédula.
¿Le iba a montar una escena como esa allí mismo?.
-¡Solo quiero velar por tu seguridad!.¡¿Acaso no puedes verlo?!.¡Baja de ahí, por favor!.
-¿A quien busca?-empezaron a murmurar la gente del autobús, mirando a su alrededor como si de aquel modo la persona en cuestión se fuera a presentar frente a ellos con un tercer ojo o un brazo de más que la hiciera reconocible.
-Ojala me buscara a mi-murmuro una de las chicas que iba con unas cuantas amigas, mirando hacia fuera para poder ver bien al tal Lay, que parecía bastante indiferente al hecho de estar montando una escena, captando la atención de todo el mundo a su alrededor mientras seguía mirando hacia ella sin ni siquiera parpadear.
-¡Esas cosas no son seguras!.¡Baja y yo te acompañaré a donde quieras, pero, por favor, baja de ahí, Lyona!-le dijo este, haciendo que incluso el conductor se viera en un apuro, pensando si debía arrancar o no.
-¿Quien es Lyona?-preguntó la gente, mirándose entre sí.
Ella no pudo que menos que ponerse más nerviosa, notando como los ojos comenzaban a centrarse en ella, siendo la única que no miraba para afuera. ¿Cómo había sabido ese chico su nombre?. Ella no se lo había dicho en ningún momento.¿Cómo lo sabía?.¿Había estado escuchando su conversación con Seung Jae sin que ella se diera cuenta?. De verdad ese chico parecía un experto en camuflar su presencia, pero tanto como para estar escuchando lo que decía sin poder ser visto....
Sin poder aguantar más con aquella situación, acabó acercándose a una ventana y, abriendo esta sin ningún cuidado, le dijo:
-¡Dejame en paz de una vez!.¡No te conozco de nada ni sé por que sabes mi nombre!.¡No tienes que velar por mi seguridad, ya que sé protegerme muy bien sola, así que te recomendaría que te fueras al lugar de donde hayas salido y me evites pasar vergüenza!.¡Si te niegas a dejar de seguirme, llamaré a la policía!.- Y, cerrando la venta, le dijo al conductor.-¡Arranque de una vez!.
Aun dejando a las personas de su alrededor alucinadas, ya que en un primer momento habían pensado que era una pelea de pareja, el conductor por fin se puso en marcha, dejando aun paralizado al chico en aquella cera, dejando tras él una figura lamentable, como si el fin del mundo se le hubiera venido encima y no hubiera podido hacer nada para evitarlo.
Sin embargo, Lyona se vio en la obligación de recordarse que había hecho lo correcto.
Aquel chico era un autentico acosador, por muy guapo o atractivo que le pudiera parecer.
Había hecho lo mejor al dejarle las cosas claras.

…........

Lay no sabía que hacer a continuación.
Había pensando, erróneamente, que aclarándole que aquel trasto inventado por el hombre no era seguro, ella aceptaría ir con él, sabiendo que tendría a alguien a su lado que la acompañaría y evitaría que le ocurriera algo malo.
Pero, en vez de aceptar amablemente su oferta como cualquier ser racional hubiera hecho, esta le dejó bien claro que no quería volver a verlo cerca de ella, que quería no volver a verle el pelo en lo que, al menos, quedaba de día.
¿Por qué aquella chica era tan rara?.¿Es qué acaso no había notado los peligros que había en esas ciudades que los humanos tanto se empeñaban en decir que eran seguras cuando cada uno de ellos sabía que no era así?.¿Por qué no se dejaba ayudar como un ser perfectamente coherente?.
Si le hubiera hecho esa oferta de protección a cualquier hembra de su especie, hubiera aceptado encantada por ello. E incluso hubiera elevado una plegaria de agradecimiento al cielo porque él se prestara a ello, notando en él la sangre de otros alfas que habían en él. Sin embargo, aquella chica se negaba a verlo, cabezota en mantener una independencia que Lay no intentaba cortar, si no proteger junto a ella.
Frustrado, golpeó el suelo con un pie para intentar liberar parte de la ira que se acumulaba en él. Algo nada bueno cuando la ira ayudaba a la transformación y se encontraba en una de esas horribles ciudades humanas. En la cual, por cierto, se había internado por ella, solo para ayudarla.
¿Por qué estaba tan sumamente ciega?.
Dándose cuenta que aun había gente que lo miraba después de su extraña comunicación a distancia y notando que sus ojos no parecerían muy humanos en ese momento, decidió que aquella estrategia era un completo fracaso y que tenía que pensar en otra idea.
Pero, cuando estuviera bien lejos de aquel lugar, donde el aire fuera fresco y los humos de la ciudad no amenazaran con hacerle llorar ni provocarle una reacción alérgica.
Con la vista clavada en el suelo, intentando que nadie se fijara en sus ojos, avanzó rápidamente por las calles hasta perderse de vista en apenas unos instantes.

….............

Lyona aun no se creía lo que había ocurrido unos momentos antes ni las malas miradas que le habían seguido dirigiendo la gente del autobús por sus palabras al chico que les había caído en gracia sin ni siquiera conocerlo ni saber lo que ocurría entre ellos.
¿Quien era esa gente para siquiera interferir?.
Pero, decidió que era mejor dejar ese tema de lado mientras aun tenía trabajo que hacer.
Se había pasado por una empresa de construcción que debía supervisar y ahora llevaba en brazos los papeles donde, se suponía, llevaba todas las firmas pertinentes para permitir sus construcciones sin incumplir ninguna normal medioambiental.
Le esperaba una buena noche llena de lectura durante unos cuantos días para asegurarse que todos los documentos eran reales y estaban en orden.
Cuando empezó a estudiar esa carrera, que en un primer momento se había centrado solo en derecho, había pensando que ayudaría a los demás, que protegería a aquellos que estuvieran indefensos y que, en definitiva, dejaría su granito de arena para construir un mundo mejor del que futuras generaciones podrían sentirse orgullosos.
Pero....conforme más y más trabajaba, más lejana le parecía aquella idea, como si solo se hubiera tratado de un sueño del que la obligarían a despertar antes o después, quisiera o no.
Si quería ser sincera con ella misma, la única cosa que ocurrió y la había hecho tener la sensación de que había ayudado realmente a alguien había sido cuando consiguió liberar a aquel lobo de la trampa en el bosque. Eso, lamentable, fue lo más cercana que se había sentido a su sueño desde.... desde hacia mucho.
Pero prefirió seguir dejando esas cosas de lado. No le servia de nada deprimirse con aquellas ideas cuando tenía trabajo por hacer.
Sentándose en la parada del autobús, a la espera de que volviera a pasar de camino al pueblo, decidió echar un vistazo por encima a los papeles, pareciéndoles todos en orden en un primer vistazo, como cualquier documento que una compañía que seguía la ley tendría.
Ya tendría tiempo de asegurarse que era realmente así.
Elevó la vista al cielo, perdiéndose en las nubes que ahora se veían ligeramente anaranjadas por la caída de la tarde.
Cuando consiguiera llegar a casa, ya seria de noche. Y tendría la horrible sensación de que no habría aprovechado el día para nada.
Miró a su lado rápidamente, recordando que era lo que había ocurrido la ultima vez que había estado mirando el cielo.
Pero, como ya habría esperado, el tal Lay no estaba allí.
En cierta forma...¿por qué se sentía decepcionada por ello?
A lo mejor se debía a que la presencia de este la habría ayudado a centrarse en otra que no fuera trabajo o ideas lúgubres.
Suspirando, se dijo que su vida tenía que ser muy triste como para echar de menos a un acosador al que hacia a penas unas horas antes había mandado a paseo.
Miró de nuevo los papeles que debía revisar en el momento en que el autobús aparecía.
Asegurándose que los tenía todos lo suficientemente bien cogidos para que no se desparramaran por el suelo en cualquier momento, buscó el dinero en su bolso y esperó con paciencia hasta que el autobús estuviera a su altura, deteniendose el tiempo justo para que ella montara antes de volver a ponerse en marcha.
Echó un ultimo vistazo a la ciudad a su espalda, dandose cuenta que no sentía pena alguna al alejarse de allí ni dejarla atrás, pensando en su encantadora casa, tranquila, segura, rodeada por la naturaleza que tanto amaba....
Cuanto más pensaba en ello, más de acuerdo estaba con haberse marchado allí, pensó con una sonrisa dibujándose en sus mejillas.
Cuando se bajó en una de las ultimas paradas, enfrente del camino que llevaba a su casa, frente a la ultima farola que encontraría por allí, ya era de la noche. Y agradecía que hubiera luna casi llena para poder ver el camino.
Aun no estaba tan acostumbrada a vivir allí para poder andar sin demasiada visibilidad.
Estaba pensando en una buena ducha caliente cuando llegó ante las puertas exteriores de la casa, buscando sus llaves en el bolso, cuando oyó un ruido entre los pocos arboles que la rodeaban.
Poniéndose en tensión, no se movió, pero giró los ojos hacia aquella dirección, intentando descubrir cualquier sombra amenazadora incluso en aquella oscuridad.
¿Y si aquel acosador realmente la hubiera seguido y decidido asaltarla al ver que estaba sola?.
Pero la figura que vio emerger entre los arboles era demasiado bajita para que se tratara de aquel tipo. Para su propia sorpresa, se trataba de un lobo, el mismo lobo que había ayudado a liberarse de la trampa el día anterior a juzgar por el color de su pelaje, y la miraba con ojos suplicantes, como si necesitara de nuevo su ayuda.
-¿Te ha ocurrido algo de nuevo, pequeño?-le preguntó con voz tranquila, dejando los papeles en el suelo e inclinándose hacia él, el cual retrocedió al verla moverse, pero volvió a acercarse cuando vio que Lyona no hacia nada amenazador.
-Así es. Acercate. No te voy a hacer daño-le dijo ella, sonriendo en todo momento, extendiendo una mano hacia él, viendo, emocionada, como el lobo se encontraba cada vez más cerca, husmeando su mano para encontrar algún inicio de mentira o amenaza en ella.
El lobo, cada vez más seguro, se acercó más a ella e incluso permitió que esta le dejara rascarle las orejas, tan suaves entre los dedos de ella como la seda, aun sin creerse del todo que aquel lobo estuviera en verdad allí, dejándose acariciar por ella, cediéndole ese privilegio.
Si sus padres la vieran, o Seung Jae, estaba segura de que les daría un ataque, idea que solo la hizo sonreír, disfrutando del vello tan suave del animal, que se dejó hacer sin problemas, cada vez más cerca de ella hasta que se detuvo prácticamente entre sus piernas, con los ojos cerrados, disfrutando de las caricias.
-Eres un buen lobo, sí señor-le aseguró ella, sin dejar de acariciarlo, como haría con un perro obediente.-Y estoy muy agradecida por que hayas aparecido otra vez en mi vida. No dejaba de pensar en ti desde que desapareciste entre los arboles-le dijo.
Palabras que hicieron que el animal abriera los ojos de golpe, como si la hubiera entendido, aunque Lyona sabía que aquello era imposible.
-No dejaba de pensar que lo único noble que había hecho en mi vida había sido liberarte de aquella trampa y quería saber si estabas bien. No me dejaste ver como de grave era tu herida.
Pero, al echar un vistazo a la zarpa de animal, no había ninguna herida visible. El pelo debería de ocultarla y no debía de ser tan grave como le había parecido a ella cuando llegó al claro y vio toda aquella sangre en el suelo en torno a la trampa.
-Pero....no sé que haces aquí.¿Pasa algo malo?-le preguntó.
El lobo giró la cabeza hacia un lado, claramente sin entenderla, y se acercó a la puerta de su casa, arañando esta como si quisiera entrar y la mente de Lyona se encendió como una bombilla de navidad en el árbol.
-¿Quieres vivir conmigo?-preguntó entre sorprendida y emocionada.
Como respuesta, solo oyó un gemido lastimero mientras el lobo seguía arañando su puerta.
-Si quieres vivir conmigo, es para que te quedes conmigo. No puedes esperar que te habrá mi corazón para que tú desaparezca sin avisar en cualquier momento-le advirtió, poniéndose en pie con sus llaves en las manos, con los ojos dorados del lobo clavados en ella, observando todo lo que esta hacia.
Cuando Lyona abrió la puerta, este entró corriendo al jardín, como si no quisiera dejarle tiempo a que se arrepintiera y lo echara de allí, y se detuvo ante las puertas de cristal, volviendo la cabeza hacia ella como si esperara a que esta llegara a su altura.
No pudo evitar sonreír al ver eso, aun sin creerse de verdad que aquel lobo hubiera vuelto a su vida y esperara formar parte de ella, y caminó hacia él, con los papeles de nuevo en brazos, cerrando la puerta tras ella con el pie, intentando permanecer estable con aquel juego de equilibrio que se traía entre manos.
Consiguió abrir la puerta que llevaba al salón, no sin cierto trabajo, y entró junto al lobo, que no dejaba de mirar a su alrededor, emocionado.
Sacó unas mantas de la habitación de invitados y las colocó en el suelo, entre el suelo de la cocina y el salón y, señalando al lobo, le indicó:
-A partir de ahora, dormirás aquí. No sé como te sueles comportar, así que no puedo meterte a mi cuarto sin más.
El lobo le soltó un bufido, no pareciendo muy contento, pero se acercó a las mantas y las olió antes de tumbarse sobre ellas.
-Buen chico-le indicó Lyona, rascándole tras las orejas como parecía gustarle, mientras sonreía de nuevo.-Pero...tengo que pensar en ponerte un nombre.¿Cual te iría bien?-le preguntó.
El animal se le quedó mirando, como si ya debiera saberlo.
Lyona solo lo contempló con el entrecejo fruncido, pensando en ello con cuidado.
Pero con aquel color de pelo, solo se le ocurría uno.
-Me recuerdas a mi acosador, pero tiene un bonito nombre, así que te llamaré Lay.¿Te gusta Lay?.
Por el ladrido lobuno que le soltó, pensó que si.
-Pues, buenas noches, Lay. Nos veremos mañana.
Y lo dejó allí mientras se dirigía a su cuarto, con todos los documentos entre las manos, sin percatarse de la manera tan seria e inteligente con que ahora el lobo la miraba.











CAPITULO 3


Durante aquella noche, cuando por fin el sueño pudo con ella, tuvo unos extraños sueños donde veía a su acosador, Lay, observándola desde la puerta de su cuarto, como si estuviera velando por ella en silencio, pero, aunque la sensación no era tan mala como debía de ser, Lyona se giraba en la cama y seguía durmiendo, intentando alejarlo de su mente.
Sin embargo, cuando el sol salió, iluminando su cuarto, ya que se le había olvidado bajar la persiana, decidió que era mejor levantarse e ir a la cocina a buscar una buena taza de café para espabilarse y aprovechar el día. Tenía muchos documentos que revisar y llamadas que hacer para asegurarse que todo estaba en orden.
Tras pasar por el baño, salió al salón, aun llevando su pequeño pijama, que consistía en un culott y poco más que un sujetador con un poco de tela ligera que no le llegaba ni al ombligo, todo de color rojo con lunares negros.
Cuando entró en la cocina, aun sin recordar a su nuevo inquilino, se giró con una taza de café en las manos, tan cargado de azúcar que no sabía por que no le explotaban las arterias, encontrándose con Lay paralizado sobre sus mantas, tras ella, observándola como si fuera alguna especie nueva que acabara de encontrarse de golpe en aquel lugar.
-¿Te...pasa algo?-le preguntó ella, sintiéndose algo cortada ante aquella mirada fija.
No debería ser así, se recordó, diciéndose que aquel era un simple lobo, un lobo simpático que dormía en las mantas de su cocina, pero aun así se sintió demasiado desnuda ante él.
Tras tomarse rápidamente el café, aun sintiendo la mirada de este tras ella, decidió que era mejor que se colocara algo más cómodo para andar por casa, pensando que cualquiera podría llegar a su casa para una visita y encontrándose que ella no estaba nada visible.
Tras ponerse encima un pequeño vestido de andar por casa de color blanco, cogió los papeles y se sentó en su sofá rojo claro con las piernas cruzadas, cerca del teléfono, ya que tenía que hacer más de una llamada.
Notó que Lay estaba a sus pies, mirándola, y alzó la vista hacia él, dedicándole una sonrisa.
-Voy a tener un buen rato de trabajo aquí.¿Por qué no te abro la puerta para que salgas a correr por ahí durante un rato?.
Por el gemido molesto que este soltó, pensó que no le había entendido.
-No voy a cerrar la puerta. La dejaré abierta para cuando quieras volver cuando te canses de correr. No quiero echarte, así que no me pongas esa cara de asustado-le dijo, poniéndose en pie y acercándose a la puerta de la casa, abriéndola para él.
Lay le dirigió una mirada de ``Por favor, no la cierres´´ y, aun sin parecer del todo seguro, salió fuera, empezando a corretear por los alrededores de la casa, necesitando sin duda estirar las piernas. Lyona lo observó durante unos instantes, encontrándole encantador en más de una manera, pero se dio la vuelta para volver al trabajo, dejando, como había prometido, la puerta abierta.
Se sentó de nuevo en el sofá y siguió repasando los papeles, cogiendo su ordenador portátil para asegurarse de que en verdad estaba todo como debería.
En el tiempo que llevaba trabajando, había descubierto que las empresas en verdad eran muy ingeniosas a la hora de falsificar documentos, poniendo tanto trabajo en ello como el que les costaría tener todos sus asuntos en regla por la vía legal. Pero pocos de ellos parecían notar esa efímera diferencia.
Ignorando esa idea, de cuantos empresarios corruptos parecían correr por ahí, con muy pocos que en verdad respetaran las leyes y fueran legales, se puso a llamar a las empresas que, según los documentos, testifican el hecho de que todo estaba en regla y se encontraba en orden, siendo enviada de un departamento a otro, con una molesta y repetitiva musiquilla sonando cada pocos instantes.
Después de algo más de una hora, pudo asegurarse que más de uno de los documentos eran verídicos y pudo dejarlos a un lado, ya fuera de sospecha.
Se desperezó en el sofá y estiró las piernas, que habían comenzado a quedarse adormiladas de permanecer en aquella postura, pensando que se merecía un descanso con unos pocos instantes de paz.
Pero, al tiempo que se ponía en pie para ir a buscar un refresco a la cocina, oyó a Lay gruñir en la puerta de la casa y alguien gritó.
Con miedo a que alguien le hubiera hecho daño a este y Lay se hubiera defendido, corrió a la puerta como si le fuera la vida en ello, abriendo la puerta todo lo posible, paralizándose allí mientras observaba como Seung Jae llevaba una bolsa entre las manos, interponiéndola entre su cuerpo y el lobo, que se encontraba agazapado, enseñando los dientes y preparado para saltar sobre él en cualquier instante.
-¡Lay,quieto!-gritó Lyona, temiendo que de allí pudiera ocurrir lo peor.
Este se alzó al oírla y se volvió a mirarla como si nunca hubiera perdido la calma.
Seung Jae, aun con su bolsa entre las manos, también la miró, pero sin atreverse a moverse de donde estaba, temiendo que, en cualquier momento, desobedeciendo a esta, el lobo se lanzara sobre él para terminar lo que había empezado.
-¿Desde cuando tienes un lobo de mascota?-le preguntó este, aun sin poder sonar todo lo tranquilo que le hubiera gustado.
-Desde que me apetece tenerlo.¿Qué haces aquí, Seung Jae?. Pensaba que tú también tenias trabajo que hacer-le dijo, sonando más molesta de lo que creía.
-Bueno...ya te he dicho que no me gusta imaginarte aquí sola en esta enorme casa, así que decidí pasar un momento para ver si estabas bien. Tengo el coche disponible, así que, si necesitas que te lleve a alguna parte, solo tienes que pedírmelo.
Lyona asintió con la cabeza, pero no comentó nada al respecto.
Lay seguía entre los dos, como un buen perro guardián que no deja que ninguna amenaza se acerque a su amo, por muy amigo que parezca.
-¿Y esa bolsa que traes?.¿Para qué es?-le preguntó, señalándola, aun sin parecer demasiado confiada.
-Oh.¿Esto?. Es solo porque, pensando que muchos días te sentirías sola, podría quedarme a hacerte compañía, así que quería dejar ya unas cuantas cosas mías aquí para no tener que estar trayéndolas todo el tiempo-le dijo, dedicándole una pequeña sonrisa.
Si fuera tan buen observador como Lay, se hubiera dado cuenta que aquello no le había hecho ni la más mínima gracia a Lyona, que se estaba crispando como un gato ante algo que no le gustaba ni un pelo.
-Mira, Seung Jae, no sé que ideas tienes de nosotros dos, pero quiero que te quede algo claro. Yo solo te veo como un amigo, un buen amigo, pero nada más. Todos los demás sentimientos que traigas contigo a parte de la amistad.....te iras de nuevo con ellos-le aclaró Lyona, harta ya de que este se montara fantasias a su costa.
Este se quedó paralizado mientras la miraba, sin esperarse para nada esas palabras de ella.
Desde que se le había ocurrido aquella idea de ir a su casa con su ropa, había esperado que Lyona estuviera encantada, sabiendo que lo tendría a su lado por si pasaba cualquier cosa, contando con un hombre fuerte a su lado. Además, mientras se quedaba con ella, podría convencerla de aceptar en salir en una cita con él y que volver a su casa de la ciudad no era tan malo, alegando los impedimentos que había viviendo en aquella solitaria casa.
Incluso se la había imaginado sonriendo, después de llevar saliendo un tiempo, ya comprometidos, agradeciéndole por hacerla entrar en razón, mientras su madre se encargaba de enseñarle los aspectos de un ama de casa debía tener dentro de su familia, alejándose de aquel trabajo que podía ser incluso arriesgado si acababan en la empresa equivocada.
Sin embargo, para su infinita sorpresa, ella no estaba contenta, si no todo lo contrario, cruzada de brazos frente a él, mirándolo de mala manera.
¿Qué le ocurría?.¿Es qué no entendía que estar con él era lo más lógico?.
Lay volvió a gruñirle, notando perfectamente que Lyona no lo quería allí, y le hizo retroceder incluso contra su voluntad.
-Pero...Lyona....-intentó explicarle él.
-Adiós, Seung Jae-le dijo ella, llamando a Lay a su lado golpeándose el muslo. El lobo, como si estuviera amaestrado, corrió junto a ella hasta restregar su hocico contra las piernas de ella.-Como vuelvas con algún tipo de intenciones parecidas a estas, ni siquiera te abriré la puerta-le advirtió, cerrando tras ella, dejandole aun paralizado.
Este aun estaba demasiado sorprendido con aquello, sin haberse encontrado nunca una chica que no hiciera caso de lo que él sugería, siempre perfectamente razonable.
Sin embargo, sabiendo que en aquella ocasión no tendría ningún resultado, se dirigió de nuevo a su coche con su bolsa en una mano, intentando no parecer tan molesto como realmente estaba.
Lyona, al otro lado de la puerta, oyó el momento justo en que este se marchó, acariciando la cabeza de Lay distraídamente.
-Creo que ya puedes volver a salir-le dijo, mirando al lobo a su lado, que disfrutaba sin tapujos las caricias.-Y has hecho bien al ponerte a gruñir. Sí. Eres un buen chico-dijo, rascándole tras las orejas, algo que pareció adorar.
Volvió a abrir la puerta, asegurándose de que, realmente, Seung Jae se hubiera marchado y dejó salir a Lay que, con agilidad, comenzó a correr de nuevo por los alrededores.
Necesitando un descanso, Lyona se sentó en la puerta, observándolo con una sonrisa, viendo como este se internaba entre los arboles, apareciendo poco después cubierto de hojas, como si estuviera persiguiendo animales que solo él podía ver.
Sin embargo, en una de las ultimas veces, miró hacia Lyona y volvio a desaparecer.
Ella esperaba que, como las otras veces, reapareciera jugando, y miró entre los árboles de alrededor, pero Lay no aparecía ni se le veía ni oía por los alrededores.
Algo alarmada, pensando que el lobo había tomado su estancia en su casa como un simple juego de un día y volvía a su hogar en el bosque, se puso en pie, intentando encontrarlo entre el follaje que la rodeaba, sin demasiado éxito.
-¡Lay, chico!.¡Ven aquí!.¡Es hora de volver a casa!-gritó, intentando no parecer tan alterada como estaba, haciendo bocina con las manos. Aunque no le gustaba admitirlo delante de nadie, la presencia de aquel lobo en su casa le daba una cierta sensación de seguridad y bienestar, como si ambos debieran vivir juntos por algún motivo oculto que desconocía.-¡¡¡Chico, en serio, ven aquí ya!!!.¡¡¡Tenemos que entrar en casa!!!.
Pero no hubo ningún resultado por sus gritos.
Todo permanecía extrañamente en calma, una calma que ya no le parecía tan agradable a Lyona.
Siempre había pensado que, en realidad, no necesitaba a nadie para tener seguridad y encontrarse a gusto en cualquier lugar, pero aquel lobo, en apenas un día, había echado por tierra todo eso. No podía desaparecer de aquel modo tras ello.
Por el rabillo del ojo, vio un movimiento entre los arboles de su derecha y, emocionada, se volvio hacia allí, esperando a que el lobo saltara de entre las sombras felizmente. En cambio, apareció aquel atractivo acosador que tanto se asemejaba en su color de pelo.
Lyona, encontrando aquello tan sumamente extraño, ni siquiera se movió mientras el tipo avanzaba y se giraba a mirarla, como si acabara de notar que ella se encontraba allí.
-¡Eh!.¿Así que vives aquí?-le preguntó el chico, acercándose a ella con una enorme sonrisa en la cara, haciendo que los dos hoyuelos reaparecieran en su cara.
-¿Me estabas espiando?-le preguntó ella, cruzándose de brazos y dándole la espalda. La idea de que el tipo hubiera estado observándola sin que ella lo hubiera notado no le gustaba nada.-Creo que al final si que tendre que llamar a la policía.
-No puedes denunciarme por caminar cerca de mi casa. De verdad que es una casualidad que ambos vivamos tan cerca que nos encontremos-. Y, ante esa frase, su sonrisa se ensanchó e intentó controlar una risa que Lyona no sabía a que se debía.
-Mira, si no estuviera liada ahora mismo, te gritaría un poco por el numerito que montantes en el autobús, pero ahora estoy buscando a mi lobo.
-¿Tu lobo?.¿Acaso es tu mascota?-le preguntó Lay, extraño y repentinamente serio.
-Bueno....no es exactamente mio, pero ha dormido en mi casa y pensaba que me tenía algo de aprecio-le soltó, mirando aun por los alrededores.
-Ah. Así que es eso.
Después de eso, esperó algún que otro comentario por parte de este, algo sobre que no se podía tener a un lobo como mascota, que era un animal salvaje que podría herirla o que este se había marchado para no volver después de haber indagado por su casa en busca de comida o alguna otra cosa, pero, para su sorpresa, este no dijo nada como aquello.
-Bueno...si ha pasado una noche entera en tu casa y no ha querido irse, es que piensa volver. Los lobos, por mucho que los quieran pintar de malos de cuentos, son animales muy nobles. Y si a notado que le tienes la mitad del aprecio que demuestras, seguro que acabará volviendo antes o después. Pero necesita cazar al aire libre. Esta en su naturaleza.
Lyona, impresionada por esas palabras, se volvió hacia Lay, pareciendo menos reacia por su presencia allí.
-¿Te gustan los lobos?-le preguntó a este.
Y, luciendo una sonrisa algo misteriosa, Lay asintió.
-Casi se podría decir que me consideran uno más de la manada.
Pero Lyona no entendía donde estaba la gracia de sus palabras.
-Todo el mundo dice que debería echarlo de casa ante de que me haga algo.
-Eso es una estupidez. Si no te atacó desde el primer momento que te vio, es que no piensa hacerlo.
-¿Tanto entiendes sobre lobos?-le preguntó ella, acercándose unos pasos hacia él.
Cuando no era un estupido acosador montando escenitas melodramáticas, no parecía tan mal tipo.
-Entiendo lo suficiente para decirte que no hay nada malo con él.
Y lo dijo tan serio que a ella no le quedó de otra más que aceptar sus palabras.
-Entonces...¿Lay va a volver?.
-¿Se llama Lay?-le preguntó este, resurgiendo la sonrisa en su cara, haciendo que ella se sonrojara un poco y volviera la cabeza para que no la viera.
-Es solo porque...su color de pelaje se parece mucho a tu color de pelo.
-Umm-mm, pues si que es casualidad-dijo este, aun sonriendo.
-Entonces...¿crees que volverá o no?-preguntó Lyona, cruzándose de nuevo de brazos, intentando que su rubor desaparecía de una buena vez.
-Sí, sin duda volverá a casa. Porque, creo, que ya considera esta su casa.
Lyona lo observó por el rabillo del ojo, pero Lay miraba su casa con aquella extraña sonrisa misteriosa en sus labios.
Cuando los ojos de este se encontraron de nuevo con los suyos, esta sintió como si, de repente, estuviera desnuda delante de él, como si este pudiera ver algo de ella que solo sus ojos podían captar.
-Teniendo en cuenta lo que odias mi presencia, será mejor que me vaya ya-dijo este, dandose la vuelta, con los puños cerrados.
Lyona abrió la boca para detenerlo, sin saber que decir, pero este volvió la cabeza.
-A no ser que quieras que me quede-le comentó.
-¿Por qué iba a querer que mi acosador siguiera rondando cerca de mi casa?-se defendió ella.
-Bien. De todas formas, debería decirte que, si de verdad te estuviera acosando, ni me habrías notado. Pero...ya nos veremos.
Y, con las mismas, se fue, dejando a Lyona con la misma extraña sensación de abandono que cuando el lobo había desaparecido.

….............

A Lay no le había quedado de otra.
Aquella chica, con aquellos hermosos ojos y exquisita piel, y ese vestido que apenas tapaba sus formas, era una tentación en si misma para todos sus sentidos.
Al internarse en el bosque, había querido aprovechar para transformarse y tener una conversación con ella, algo que suavizara su primer encuentro y no le obligara a salir de su rol de lobo simpático que actuaba como menos que un cachorro domesticado ante ella. Ademas, le costaba bastante mantenerse sereno con ella cerca.
Sobretodo cuando había aparecido ante él aquella mañana a penas llevando unas minúsculas prendas de ropa encima.
Había quedado tan sorprendido que no pudo moverse de donde estaba, con los ojos bien abiertos pendientes a cada movimiento de ella, la cual también se había notado incomoda con su presencia.
Pensando que en su forma humana estaría más controlado, decidió presentarse así ante ella. Pero la había visto con aquella cara preocupada, buscando a su forma lobuna por todas partes, casi abrazándose así misma como si su falta le afectara físicamente, y todos los sentimientos confusos que habían estado nadando en su interior estallaron como uno de esos juegos de fuegos artificiales que tanto gustaban a los humanos.
Y encima, cuando sus ojos se encontraron, tras mirar la casa de ella desde una nueva perspectiva, y encontrar que ella también lo miraba, las ganas de saltar sobre esta y marcarla como suya se hicieron casi tangibles en el aire que corría entre ellos, tanto que Lyona había apartado las vista, sintiendo algo, y él tuvo que refrenarse a sí mismo para no cogerla allí mismo y tomarla en la puerta de su casa.
Nunca había sentido nada como aquello, no tan fuerte de todos modos, y empezaba a sentir miedo de ello.
Si lo que la vocecilla en su cabeza afirmaba era cierto, antes o después tendría que decirle a Lyona lo que era para poder estar a su lado.
Pero...¿cómo decir algo cuando apenas toleraba su forma humana cuando se encontraban?.
Tendría que remediar eso.

….........

Tras la desaparición de Lay, el acosador, comenzó con la búsqueda minuciosa de Lay, el lobo, intentando encontrarlo por los alrededores.
Quería confiar en las palabras de su acosador, aquello si que era extraño, pero, aunque el lobo considerara aquella su casa y volviera...¿cuando lo haría?.¿En mitad de la noche, dentro de unas horas o, quizás, en días?. El no saberlo era lo que más la tenía en aquel estado de nervios.
Como no podía permanecer sentada en el suelo, se dedicó a dar vueltas alrededor de la puerta, como si fuera un soldado marcando una marcha, decidiendo que esperaría allí hasta que Lay volviera, sabiendo que, de todas formas, no iba a poder concentrarse en otra cosa aunque lo intentara.
De vez en cuando miraba en torno a ella, pero nada parecía acercarse a la casa, sin contar con un molesto aire que hacia que las ramas crujieran y la emocionaran innecesariamente, solo hundiéndola en la miseria poco después cuando nada aparecía.
<<Si pongo un trozo de carne en la puerta de casa...¿volverá antes?>>, pensó, deteniendose un momento en su rápido caminar, barajando las posibilidades de éxito de aquella idea.
Pero, con la mala suerte que tenía, seguro que acababa llamando a otros animales salvajes hasta su casa menos al único que quería.
Buscando en su mente otra idea mejor estaba cuando, de repente, Lay reapareció entre los arboles, aun cubierto de hojas, emocionado sin duda por la cacería que habría llevado a cabo.
-¡¡¡Chico!!!-gritó Lyona al verlo, arrodillándose en el suelo con los brazos abiertos para que el lobo se acercara, sonando más aliviada de lo que ella se imaginó que pudiera estar.-¿Donde te habías metido?. Pensaba que ya no te iba a volver a ver más. No me vuelvas a hacer una cosa así-le dijo cuando ya lo tenía entre sus brazos, enterrando la cara en el pelaje del cuello de este.
Lay se puso a soltar pequeños lamentos, como si le dijera lo arrepentido que estaba de haberla dejado en ese estado y notara su sufrimiento.
Pero esta se puso en pie con una sonrisa en la cara.
-Venga. Vamos ya a casa. Se esta haciendo tarde.
Y así, con el lobo trotando a su lado, a la suficiente distancia para que pudiera andar, entraron juntos en la casa de ambos.












CAPITULO 4


Después de cenar, donde Lay solo la miró, pareciendo que ya había comido lo que había querido en el bosque, Lyona se fue a dar una ducha, observando como este iba trotando detrás de esta, como si tuviera la intención de entrar en el baño con ella.
Pero, con una sonrisa en los labios, ella tuvo que detenerlo.
-No puedes seguirme al baño. Por muy buen chico que seas, sigues siendo un macho, así que esperame aquí portándote bien y saldré en seguida, ¿de acuerdo?-le dijo a este, rascándole la cabeza mientras Lay a su vez la miraba con ojos suplicantes.-Esa mirada no tiene efecto en esta ocasión, así que espera aquí.
Y se metió a la ducha, dejandole esperando en su puerta.
Jamás habría esperado que el comportamiento de un lobo salvaje podría suavizarse tan rápido hasta a ese punto, haciéndola pensar que incluso entendía todo lo que le decía.
Era emocionante y aterrador a la vez.
Pero no quería que este saliera de su vida, así que, por muy raro que pudiera ser el comportamiento de este a pesar del animal que era, iba a seguir viviendo con ella. A no ser que, en algún momento, mostrara un comportamiento violento cuando no tenía verdaderos motivos para ello.
<<Siempre puedo preguntárselo a Lay si vuelvo a verlo. Parecía entender bastante de lobos>>, pensó mientras intentaba relajarse en la bañera.
Después del día que había llevado (llamadas, llamadas y más llamadas. La visita sorpresa de Seung Jae para mudarse a su casa. La desaparición de su lobo y la reaparición de su acosador), necesitaba relajarse con urgencia.
Descansando la cabeza en el bordillo de la bañera, intentó dejar la mente en blanco durante un rato, pero la paz no le duró tanto como hubiera querido, ya que Lay, el lobo, comenzó unos profundos quejidos en la puerta del baño, como si en vez de estar al otro lado de la puerta, se encontrara a kilometros de distancia de él.
Aun algo decepcionada por quedarse sin su momento de relax, no pudo enfadarse con el animal, recordando como había estado cuando este no aparecía, así que salió de la bañera y se lió en la toalla blanca que tenía colgada junto a la bañera, saliendo del baño apenas sin secarse y ignorando su reflejo en el espejo empañado del baño, colocándose junto a Lay, que saltó en el acto del suelo cuando la vio salir.
Pero no hizo nada más.
Al parecer, verla solo envuelta en una toalla era demasiado para su capacidad de razonar.
Aunque, si Lyona se ponía en su lugar, los humanos tenían que ser realmente extraños para un animal, cambiando de pieles continuamente.
-Es hora de que nos vayamos a dormir,¿verdad?. A mi aun me queda trabajo para mañana, así que es mejor que descansemos.
Y con esas, se dirigió a su habitación, pero Lay le pisaba los talones.
Lyona lo vio cuando ya estaba a punto de entrar y se quedó mirándolo sin saber que hacer.
Aquella noche en verdad hacia mucho calor como para dormir junto el cálido pelaje de un lobo, pero este estaba cada vez más apegado a ella, y dejarle fuera de la habitación se le asemejaba a un daño físico que le pudiera hacer a este.
-¿De verdad no quieres dormir en el fresco suelo de la cocina?. Si no fuera porque es algo raro, yo lo haría-le comentó Lyona.
Pero, aun así, Lay seguía haciendo intentos de entrar en su habitación colándose entre sus piernas.
-Como quieras, pero duermes a los pies de la cama. No me he bañado antes de acostarme para empezar a sudar nada más meterme en la cama.
Ante esas palabras, Lay se la quedó mirando, como si le hubiera encontrado un doble sentido a sus palabras.
-No me mires con esos ojos. No he dicho nada malo-le dijo ella, cerrando la puerta tras ella.
A pesar de estar ellos dos solos en la casa, Lyona siempre tenía la costumbre de tenerlo todo cerrado, marcando su espacio personal.
Se metió bajo sus sabanas azules, un tejido fino y fresco que la ayudaba a mitigar el calor, y dejó la toalla en el suelo una vez que estaba tapada, viendo como, a su vez, Lay saltaba a la cama y se tumbaba a sus pies como ella le había dicho.
En verdad que aquel lobo era un prodigio entre los de su especie, demostrando esa gran capacidad para entender todo lo que esta le decía.
-Buenas noches, Lay-le dijo a este momentos antes de apagar la luz.
La única contestación que tuvo por parte de este fue un movimiento a sus pies, acomodándose mejor a su nueva cama.
Y, con una nueva sonrisa en la cara, Lyona se durmió.

….........

Horas después, o eso le pareció a ella, se removió en sueños, notando como algo ascendía desde los pies de la cama hacia ella.
Lyona, pensando que se trataba de Lay, que buscaba una mejor zona para dormir, movió las piernas para detenerlo.
-No puedes tumbarte a mi lado. Hace demasiado calor-le dijo, con la voz soñolienta.
-Pero es que yo quiero ponerte más caliente-le dijo una voz de hombre a sus pies.
Alarmada, abrió los ojos, encontrándose con Lay, su acosador, en el lugar donde su lobo debía de estar, luciendo totalmente desnudo incluso bajo la poca luz de la noche que se colaba en el interior de la habitación por la ventana, agazapado entre sus piernas con los brazos a ambos lados de su cuerpo, como si estuviera preparado para saltar sobre ella.
Lyona, incapaz de digerir aquello, simplemente se quedó sin palabras, observando con atención como este seguía avanzando lentamente hacia ella, sin perder de vista en ningún momento sus ojos.
Pero aquello era surrealista. ¿Cómo había conseguido entrar en su casa?.¿Y ya había entrado desnudo?. Porque no había ropa de hombre tirada por el suelo, verificó en un rápido vistazo. Devolviendo su atención hacia el hombre que se le acercaba, comprendió de golpe que era lo que estaba pasando allí.
-Esto es un sueño,¿verdad?. El verte hoy y mi cansancio me han provocado este sueño. ¿A qué si?-le pregunto mientras una ligera sonrisa nerviosa se formaba en su cara.
-Yo quiero provocarte otra cosa ahora mismo-le dijo este cuando por fin estuvieron cara a cara.
En el momento en que Lyona contenía el aliento, Lay quedó observando sus labios entreabiertos y se acabó de inclinar sobre ella, tomando sus labios entre los propios para captar su sabor y atarla a él.
Por un momento, ella quedo suspendida ante aquello, pensando que parecía demasiado real para tratarse de solo un sueño, pero Lay introdujo la lengua en el interior de su boca, arrasando con todo a su paso y cortó cualquier pensamiento que hubiera podido tener hasta la fecha mientras la trabajaba solo con su boca, con los brazos aun a ambos lados de su cuerpo, sin ninguna intención de tocarla por el momento.
Lyona simplemente se dejó hacer, intentando recordar en que otro lugar e instante un simple beso la había puesto tan sumamente caliente, notando sin problemas como se humedecía entre sus piernas, aun cerradas, mientras Lay seguía explorándola con su lengua con urgencia, instando a que la de ella le contestara de igual modo, obedeciendo como una buena chica ante semejante estimulación para seguir una orden.

Lay había querido dejar un encuentro intimo entre ellos para más adelante, cuando al menos ella sospechara lo que realmente era, pero verla salir de la ducha solo envuelta en una toalla y meterse desnuda bajo las sabanas con él en la habitación había sido demasiado para su autocontrol y no pudo resistirse más, necesitando algo de ella lo antes posible.
Si Lyona pensaba que aquello era un simple sueño, se aprovecharía de ello las veces que hiciera falta con tal de poder sentirla tan cerca como estaba ahora, oliendo sin problemas como esta reaccionaba a su beso.
No había querido tocarla aun porque sabía que, cuando sus manos entraran en contacto con la suave piel de ella, perdería el poco control que tenía y la tomaría de la forma más animal y poco cuidada de la que su cuerpo fuera capaz. E imaginarla gimiendo bajo él mientras la tomaba de esa forma no ayudaba en absoluto a controlarse.
La mordió en los labios en un vano intentó para que ella se quejara y aquello le serenase un poco, pero, muy al contrario, ella gimió encantaba y se pegó más a él, dejando caer la sabana que había estado ocultando sus pechos y enredando sus brazos en torno al cuello de él, profundizando más el beso mientras gemía en el interior de su boca.
Sabía que ella era una cosita caliente, solo había que observarla en su día a día para darse cuenta, pero que reaccionara de aquel modo a todo lo que le hacia....
Que la querida Luna le ayudara, pero no la iba a dejar escapar aquella noche.

Cuando el aire de la habitación dio contra su cuerpo, ahora totalmente expuesto, más frío que el propio calor que salia de ella, Lyona sintió como sus pezones se endurecían antes de apretar sus pechos contra el pecho de Lay, mientras este aun solo continuaba devorándola con su boca.
Si aquello realmente era un sueño,¿por qué no alzaba las manos de una buena vez y empezaba a tocarla?. Del modo en que su boca y lengua trabajaban sobre ella y como su cuerpo se rozaba sobre el suyo, todo parecía una condenada tortura. Lay era un chico mucho más que atractivo, pero jamás se imagino llegar a ese estado con nadie. Menos con alguien que la seguía por todas partes.
Como si le hubiera leído el pensamiento, las manos de este se alzaron del colchón por sus muslos, ascendiendo por sus caderas hasta llegar a su espalda con un lento pasar que, junto con la avidez de su boca, la dejó temblando contra él.
Si aquello era un sueño, era el más bueno que había tenido en su vida.
Los labios de Lay descendieron por un lado de sus mejillas hasta el lóbulo de su oído y, desde allí, bajo hasta su cuello dejando un camino de mordiscos y lengüetazos que solo servían para despertar más su piel, que ya notaba electrificada.
-Sabes tan bien como imaginé-le dijo este sobre su piel, con los labios sobre su clavícula y descendiendo.
Como toda respuesta, Lyona solo pudo soltar un gemido lastimero de placer mientras él la tendía en la cama, dejando su cuerpo más a la vista y contemplándola con detenimiento.
Obviamente, siempre la había visto hermosa o jamas se hubiera internado en una ciudad de humanos por ella para velar por su seguridad, pero en aquel momento, con ella bajo él, la piel ardiente y expuesta totalmente para él, preparada para que hiciera lo que quisiera con ella, este tenía la sensación que la mismísima diosa de la Luna estaba entre sus brazos, bendiciendo a su seguidor con el regalo de su cuerpo.
Le hubiera encantado abrazarla para sentir su cuerpo simplemente contra el suyo, pero la vista de los pechos de ella, ascendiendo y descendiendo rápidamente debido a su respiración entrecortada, fue más que suficiente para dejar eso para más tarde y bajar sobre su cuerpo.
Lamiendo un pezón ya hinchado por la sangre de la excitación de ella, se lo llevó a la boca y jugó con él entre los dientes, mordisqueándolo entre sus colmillos ya algo alargados de manera traviesa mientras atendía el otro con sus dedos y dejaba que sus oídos se llenaran con los gemidos de Lyona, que se retorcía en la cama sin saber que hacer.
La tensión y la humedad entre sus piernas no hacia más que crecer y los mordiscos y lametazos de este solo lograban que su bajo vientre se contrajera más, excitándola hasta casi llegar al dolor.
Observándola tan perdida como estaba, tomo una mano de ella con la suya libre y, con una vocecilla en su cabeza que le decía que aquello era una mala idea, la llevó hasta su miembro, tan sumamente preparado que lo sentía a punto de explotar en cualquier momento. Sabía que, tocandolo solo empeoraría las cosas, pero necesitaba notarla con él en aquel momento, que sintiera lo que le estaba haciendo a su cuerpo con sus gemidos aunque aquello significara que Lyona se percatara que aquello no era un sueño.
Pero ella estaba demasiado perdida en el placer como para pensar y mucho menos impedir que Lay colocara su mano sobre su miembro hinchado, arrancándole un gemido ronco desde el fondo de la garganta cuando ambas pieles entraron en contacto.
El simple contacto de la pequeña mano de ella contra su carne caliente fue más que suficiente como para notar los primeros indicios del orgasmo llamando a su puerta y, aun sabiendo que aquello solo le haría romperse en mil pedazos, dejó que ella lo trabajara con su mano mientras seguía amamantándose de ella, dejando pequeñas marcas de sus dientes en ella que desaparecían antes del amanecer.
-Con cuidado. Si lo haces bien, te daré una recompensa-le susurró este contra sus pechos, observando como ella seguía agitando la cabeza contra las sabanas y comenzaba a mover la mano sobre él, trabajándolo duro.
Lay no pudo evitar gemir y tensarse contra ella, moviendo sus caderas al ritmo de su mano sobre él, tan cerca de la parte interna de sus muslos.
Estaba tan sumamente endurecido que si no tenía un alivio primero, no podría concentrarse en el placer de ella antes de entrar en su cuerpo. Así que, aunque pareciera un rastrero egoísta, disfruto de lo que Lyona le hacia mientras seguía amamantándose de ella.
A duras penas su pequeña mano podía abarcarlo, pero viéndola allí con él, mirándolo con cara de excitada concentración y sabiendo que se trataba precisamente de ella, su orgasmo lo rasgo desde la espalda y el interior de los muslos, haciendo que se arqueara hacia ella, dejando que su alivio cayera por aquella parte de ella que tanto quería conocer y el interior de sus muslos.
El calor del ambiente y el que ellos mismos generaban les estaba haciendo sudar y hacia empalagoso y pesado el lugar, pero, incluso así, en esas circunstancias, mientras Lay intentaba retomar el control, aun duro y sabiendo que sus ojos se verían dorados como la bestia que era, oyó la risa cristalina de ella llenar el cuarto con satisfacción, la risa de una mujer que sabía que había conseguido el objetivo que se había propuesto.
-No pongas esa cara por venirte primero. En mi sueño, seguro que no pierdes impulso. Además, te ves muy hermoso cuando te vienes así-le dijo ella, mirándolo desde abajo con aquella sonrisilla satisfecha en su cara a pesar de que él sabía que ella aun no había tenido el desahogo que debería.
-Ahora me toca limpiar lo que he ensuciado y encargarme de ti-le contestó él, llevando su mano hasta la mejilla de ella y acariciando la suave y encendida piel, disfrutando de su tacto bajo su mano.
Lyona le observaba con los ojos vidriosos, esperando a ver que seria lo que él haría a continuación, tan segura de que aquello era un sueño.
Y Lay prefirió que las cosas siguieran así por el momento, así ella no se extrañaría al ver sus ojos de aquel extraño color dorado, y comenzó a descender por su cuerpo dejando un camino de besos y lametazos que sirvió para volver a tenerla jadeante, ondulando el estómago cuando él pasó por allí de camino a su destino, pasando por su cadera durante un momento, mordisqueando el hueso que encontró allí y ayudándola a encenderse más.
Por un momento, hizo intención de ignorar su monte de Venus y descender por sus muslos, pero ante la protesta que salio desde lo profundo de la garganta de ella, volvió a ascender con una sonrisilla en los labios mientras Lyona abría las piernas para él.
Sabía que, de no pensar que era un sueño, las inhibiciones de ella le hubieran impedido abrirse así de fácil para él, pero era otra ventaja añadida el pensar que aquello era un sueño.
-Tan hermosa-murmuró cuando se colocó entre sus piernas, asegurándose con los ojos lo que su olfato ya le había asegurado, observando lo preparada que ella estaba para él.
Alzando un momento la vista por su cuerpo hasta dar con los ojos de Lyona, que lo observaba a su vez con suma atención y conteniendo el aliento, le sonrió una ultima vez antes de hundirse en ella.
-No pierdas detalle a lo que voy a hacerte.
Y esta, obedeciendo a todo lo que decía, no apartó los ojos de Lay incluso cuando el placer que la lengua de este contra su carne intima le amenazaba con dejarla ciega, observando como la lengua de él se encargaba de limpiar lo que, como había dicho, había ensuciado y haciéndola aun más floreciente para él, arrancándole gemidos desde el fondo del pecho mientras se agitaba en la cama.
En una de esas ondulaciones, Lay metió su brazo por debajo de su trasero, impidiendo que, aunque se moviera, su parte baja lo hiciera, y pudiera trabajarla con más facilidad.
Cuando la lengua de este invadió su canal, así como dos de sus dedos, haciéndola romperse contra las sabanas con fuertes sacudidas, todo el cuerpo de Lay tembló en respuesta, notando contra sus labios como se humedecía más para él.
No podía aguantar más aquel cuerpo bajo el suyo, así que cuando los restos del orgasmo de ella pasaron y pareció tranquilizarse, ascendió por su cuerpo hasta quedar sobre ella, observándola de nuevo a los ojos mientras Lyona intentaba recuperar el aire perdido y también lo miraba, alzando una mano hasta dejarla descansar en la mejilla de él.
-Tus ojos....-murmuró, haciendo que él se tensase. -Son hermosos-acabó por decir.
Ningún humano le había dicho aquello nunca.
Si alguno había visto ese dorado en su forma humana, había huido despavorido. Y él se había dicho que no le importaba, que la opinión de esos seres inferiores sobre lo que era, le traía sin cuidado.
Sin embargo, viendo como Lyona le acariciaba y en verdad parecía encantada con sus ojos hizo que algo en el interior de él se rompiera y, antes de que pudiera darse cuenta de lo que hacia, estaba fuertemente abrazado a ella, con la cabeza hundida en el hueco de su cuello, apretándola tan fuerte contra él que sabía que le tenía que costar respirar, pero sin poder evitarlo.
Por un momento, temió que ella se diera cuenta de la realidad, pero Lyona alzó los brazos por su espalda y se abrazó de igual modo, pareciendo algo lánguida después de su culminación.
Al parecer, no estaba acostumbrada a que los hombres le dieran demasiado placer.
Y, pensando en eso, se concentró en terminar lo que había empezado.
Soltándola, se alzó un poco sobre su cuerpo y llevó su mano hasta el interior de la unión de los muslos de ella, haciéndola gemir de nuevo y que se arquearse hacia él.
-¿Estás preparada para lo que viene ahora?-le susurro al oído, sonriendo.
Pero ella estaba demasiado ocupada intentando respirar como para contestar.
Colocándose entre sus piernas, se posicionó en su entrada, oscilando sobre ella para hacerla llorar más para él, al tiempo que esta le clavaba las uñas en los hombros y echaba la cabeza hacia atrás, alzando las caderas para intentar conseguir que él descendiera sobre ella.
Sin querer alargar el momento, se introdujo en un duro empujón que los dejó a los dos jadeantes, dejando a Lay totalmente inmóvil para que Lyona pudiera costumbrarse a su tamaño dentro de ella, notando como sus músculos internos no estaban preparados para aquello, solo abrazándose duramente en torno a él y haciéndole perder aun más el control.
Enseñando los dientes y con un rugido territorial amenazando con salir en su pecho, descendió sobre el cuello de Lyona, olisqueando el olor característico de ella para no olvidarlo e intentando tranquilizarse, notando el momento justo cuando ella se acostumbraba a él y pudo empezar a mecerse.
Sin embargo, los ritmos calmados y sosegados no eran para él. Y para ella tampoco, comprobó con agrado cuando notó como ella le salia al encuentro, intentando que fuera más rápido, alzando las caderas y colocando sus talones unidos contra su trasero, anclándose a él.
Dejando el autocontrol de lado, se afianzó sobre ella y, enredando una mano en su cabello para obligarla a quedar más expuesta para él, comenzó un vaivén descontrolado que ambos parecieron amar, dejando que sus gemidos conjuntos se elevaran y sonaran por toda la habitación mientras Lyona intentaba con todas sus fuerzas quedarse quieta en el lugar, recibiendo los embates de este tan duro y bueno que podría encontrarse volando en aquellos instantes, que ella no lo habría notado.
Con aquella solida parte de él enterrado tan profundamente en ella, saliendo y entrando de su interior de aquella manera tan erótica y que tocaba puntos sensibles dentro de esta que ni sabía que tenía, no pudo evitar dejarse arrastrar por la bola de calor que se había estado formando en su bajo vientre, extendiéndose por todas sus extremidades hasta amenazarla con sacarla de su piel mientras se arqueaba de nuevo sobre la cama y gritaba el nombre de este.
Lay, notando como lo aprisionaba y lo arrastraba en su interior, haciendo estallar su instinto de marcarla, se mordió su propio brazo mientras se venía en su interior en una rápida sucesión que lo dejó sin aliento y que le obligó a derrumbarse sobre ella.
-Perdona....peso demasiado.....para ti-murmuró contra su oído, incapaz de moverse por el momento.
Siempre había imaginado como seria aquello con una hembra, observando el comportamiento que había visto en los otros miembros de su raza, pero nada le preparo para lo que realmente era. La sensación de estar completo, satisfecho, sabiendo que estaba donde debía, atendiendo a la hembra que tenía toda su atención, a la que dedicaría su vida encantado y por la que podría morir si hacia falta, sabiendo por instinto que ella haría lo mismo.
Pero en seguida se recordó que aquella chica no era un miembro de su raza y aquel pensamiento lo dejó congelado sobre Lyona.
Hasta que notó los brazos de ella por su espalda, apretándole contra ella, mientras notaba los labios de esta en un lado de su cuello.
-Estamos en un sueño. Tu peso no me molesta en absoluto. Es más, me gusta-le murmuró, notando como se quedaba dormida bajo él.
Y Lay no hizo intención de impedirlo.
Aun encantándole el hecho de que esta le abrazara y sentir el cuerpo suave y tibio contra el suyo, debía desaparecer de allí antes del amanecer.
Por mucho que le doliera dejarla.
Posando un simple beso sobre el cabello de ella, se apartó como pudo de su cuerpo sin despertarla y la tapó de nuevo con las sabanas, dejándola justamente como había estado antes de su aparición en la madrugada.
Echándole aun un ultimo vistazo anhelante, Lay el humano desapareció de allí.

….............

Por la mañana temprano, Lyona se desperezó lánguidamente sobre la cama, notando el cuerpo deliciosamente cansado y no pudo evitar que una sonrisilla satisfecha se abriera camino en su rostro antes de recordar que era lo que la tenía en aquel estado.
Incorporándose de golpe, miró a su alrededor, esperando ver a Lay tumbado a su lado o por la habitación, pero lo único que encontró fue a su mascota a los pies de la cama, que alzó la cabeza al notar su sobresalto, observándola como si le preguntara el por que de encontrarse así.
-Lay, realmente he tenido un sueño muy raro-le dijo a este, que seguía observándola con detenimiento.-Pero....tambien a sido muy bueno-no pudo evitar decir, con un ligero sonrojo cubriéndole las mejillas mientras recordaba el sueño.
Al decir aquello, habría jurado que su lobo sonreía.

…......................

Después de aquella noche, las demás fueron una sucesión de sueños parecidos donde Lay llegaba a ella todas las noches, amándola de aquella manera abrasadora que la dejaba temblando sobre las sabanas y logrando que pudiera adorar cualquier parte de él, dejándola de nuevo cada mañana cuando despertaba con la extraña sensación que estaba vacía y sola hasta que veía al lobo durmiendo a sus pies.
Tantas tenía de aquellos encuentros nocturnos, que se encontraba deseando la llegada de la noche, observando más de una vez embobada el cielo mientras Lay el lobo correteaba por los alrededores de la casa.
-¿Seria igual en la realidad si me encontrara con él?-le preguntó al lobo cuando regresó después de su ejercicio.
Pero, obviamente, este no le contestó.
Solo la miró de aquella forma misteriosa en la que últimamente la observaba, sin entender porque lo hacia. Tal vez, notaba los sueños que su dueña tenía, durmiendo como estaba a los pies de su cama. O había gemido en sueños antes una de las muchas atenciones de Lay, despertándolo ante sus sueños eróticos.
Eliminó esa idea agitando la cabeza, demasiado avergonzada ante la idea de que alguien hubiera podido notar su excitación hacia un hombre que había llegado a su vida siguiéndola por todas partes. Cualquiera que lo supiera, pensaría que estaba loca de remate.
-Aun así, llevo días sin verle por aquí-pensó, sentada en la puerta principal de la casa, con Lay a su lado, observando los alrededores.-Me gustaría verle otra vez.
La idea de no volver a verlo se le hizo más dura de lo que creía y no le encontraba ningún sentido, así que se puso en pie y entró en la casa seguida del lobo, que la seguía mirando de extraña forma, cerrando tras ella mientras una nueva noche con Luna llena llegaba.

…..............

Aquella noche, mientras Lyona esperaba, Lay no llegó a ella y aquello la asustó como el infierno.
Poniéndose en pie en la cama, segura de que debía estar soñando por las horas que eran y porque el lobo no estaba durmiendo a los pies de su cama, señal inequívoca de sus sueños con él, salio de su habitación, encontrándose con él de pie, desnudo, en mitad de su salón, observando el cielo nocturno a través de las puertas de cristal.
Parecía sumamente triste bajo la luz de la Luna, más de lo que debería estar para tratarse de un sueño creado por ella, así que se acercó a él caminando muy despacio, solo llevando encima un camisón rosa de tirantes casi transparente y nada más.
En los sueños en los que ella estaba más vestida, Lay siempre se molestaba por encontrar ropa en su camino, así que, para facilitar sus fantasias, había pasado a lucir ese tipo de ropa.
-Lay-le llamó, haciendo que los dorados ojos de este, a los que tanto adoraba ahora, se posaran sobre ella mientras se acercaba.
Posando la mano sobre el hombro desnudo de este, necesitando sentirlo, lo miró con la misma pena que salia a raudales de él.
-¿Te ha pasado algo malo?-le preguntó, notando como unas lagrimas amenazaban con salir de ella.
Notarlo en aquel estado la hacia sentirse horrible por dentro, a pesar de que no tenía la menor idea de por que se encontraba así.
-No podemos seguir con esto de este modo-le dijo él, con la voz más ronca, más profunda, como si su garganta estuviera cambiando o hubiera estado bebiendo durante demasiado tiempo.
Palabras que solo sirvieron para que las primeras lagrimas comenzaran a correr por la mejilla de ella sin ningún tipo de control.
-¿Por qué?.¿Por qué dices algo como eso?. Esto es mi sueño. Podemos estar así todo el tiempo que yo quiera-intentó refutarle ella.
Pero aun observándole a los ojos de esa forma, sabía que este estaba diciendo la verdad y una extraña idea se formo en su cabeza.
-Esto no es un sueño,¿verdad?. Eso es solo lo que tú me dejaste creer, ¿no es así?-dijo, dejando de llorar de golpe, abrumada ante la idea que había tenido.
-Yo no soy humano del todo, Lyona. Aunque mis partes se parezcan-le dijo este, sonando igual de triste.- Ante una noche como esta, estaría corriendo por el bosque con mis hermanos-le contó, aun sin apartar los ojos de los suyos, lo que hizo que una señal de reconocimiento se abriera camino en la cabeza de esta, alarmándola.
-El lobo...tú....con esos ojos y ese color de pelo....tú eres...-murmuró, alzando un dedo mientras lo señalaba, solo consiguiendo una señal de afirmación por parte de este.
Lyona notó como la sangre del cuerpo se le congelaba y tuvo la repentina sensación de que caería redonda al suelo en cualquier instante, intentando asimilar algo como aquello, pero los brazos de Lay la rodearon por la cintura, pegándola a su cuerpo y evitando que cayera.
-He intentado protegerte desde lejos, observándote por tu seguridad desde la distancia, pero....a pesar de que podía tenerte todas las noches, ya no me hes bastante con eso. Te necesito cada vez más cerca. Y de manera permanente.
Con aquellos hermosos ojos dorados sobre ella y con aquellas suaves palabras dirigidas a su persona, el interior de esta no tardó en volver a calentarse, sintiéndose tan cómoda entre aquellos brazos que ya conocía, como si estos siempre hubieran estado hechos para rodearla y abrazarla.
-Y...¿y como seria eso?-se oyó a sí misma preguntar, con la voz entrecortada, notando como su cuerpo reaccionaba a él por muy extraña que fuera la situación.
Se había estado entregando abiertamente todas las noches a un hombre que apenas conocía y que ahora ni resultaba ser del todo humano.
Y, aun así, ella lo deseaba de todas formas, hasta sus mismas entrañas lo deseaban, queriéndolo en aquella casa, junto a ella, en el interior de ella, durante todo el tiempo que le fuera posible.
-No querrás ni oír sobre como seria posible-le advirtió Lay muy serio, pero colocándole un mechón de cabello detrás del oído con delicadeza, arrancándole un pequeño escalofrío de gusto cuando notó sus dedos de nuevo sobre su piel.
¿Qué más daba lo que fuera cuando la hacia reaccionar así?.
Fuera lo que fuera en realidad, estaba más que claro que ningún humano la había hecho reaccionar ni la mitad que había logrado él. Sabiendo eso...¿donde estaba el problema de que no fuera del todo humano?. Sus cuerpos se complementaban, encajaban sin problemas el uno en el otro, sentía la dolorosa necesidad de tenerlo siempre cerca y no soportaba la mera idea de perderlo. Podían amarse cuanto tiempo quisieran, lejos de todo el mundo en aquella casa suya, así que...¿donde estaba el problema?.
Ella solo veía soluciones a cualquier cosa que este pudiera decir.
-Dime como seria posible.
Si llevaba observándola tanto tiempo como decía, tendría que saber que no se rendía fácilmente. Era lo suficientemente cabezota para insistir en el tema toda la noche hasta que él se aburriera de escucharla. Y Lay sonrió un poco, sabiendo eso. Era una de las muchas cosas que amaba de ella.
-Tendría que morderte una noche de Luna llena, justo en una de tus arterias para que mi saliva corra por tu sangre lo más rápido posible y te cambie. Ahora mismo soy más bestia que hombre, lo que favorecería el cambio. Pero...nada asegura de que en verdad puedas cambiar. En el peor de los casos, incluso podrías mor....
Pero Lyona cortó lo que le estaba diciendo, colocándole un dedo sobre los labios.
-Si dejo que lo hagas, te quedarías conmigo.
-Pero también podría pasar algo horrible. Por eso vine a hablarte esta noche-le dijo, aun con sus ojos profundamente triste.
-¿Y qué pasara si....no me transformas?.
-Mi manada hace mucho que no me ve. Si me buscan, darán contigo y no pueden permitirse que un simple humano sepa sobre ellos. Es una amenaza para ellos y las demás manadas. Se desharían de ti de la forma más discreta que pudieran.
-Entonces, no tengo opción-le dijo Lyona.-No quiero que te vayas y me dejes. Aunque fuera por mi seguridad, no podría soportarlo-le dijo, clavando sus uñas en el hombro de este, haciéndole sentir que sus palabras eran dichas en serio y con conocimiento de causa.-No me cambiará mucho,¿verdad?.
-No debería. Además, serias una híbrida. El influjo de la Luna seria menor sobre ti, lo que retrasaría tus cambios y no los haría tan rápidos como a un lobo original-le contestó Lay, acariciándole la mejilla con tranquilidad, casi sin creerse que ella en verdad le permitiera transformarla, aun sabiendo las consecuencias que había de ello.
-Pues, entonces, hazlo cuanto antes-le dijo, ofreciéndole un lado de su cuello, como bien habría visto en muchas películas de vampiros.
Pero Lay la cogió por la barbilla y la colocó con la cabeza en su sitio, con los labios lo suficiente cerca de los suyos como para ofrecerle un beso.
-Mi parte animal aflora más durante el sexo, así que seria más efectivo dejarlo para más tarde-le dijo mientras una ligera sonrisa aparecía en su rostro.
-Oh. ¿De verdad?.¿Y a qué esperamos entonces?-le dijo esta, alzando los brazos hasta que los tuvo rodeando el cuello de Lay, quedando colgada de él al tiempo que este envolvía más duramente sus caderas con los brazos y la pegaba a su cuerpo, haciéndola consciente de lo que despertaba en él.
-No esperaba que me dieras un sí tan rápido. Cuando alguien apenas vislumbra lo que somos, se vuelven locos.
-Lo que me volvería loca seria que no estuvieras aquí conmigo-le dijo Lyona momentos antes de lograr que Lay se inclinara de nuevo hacia ella hasta que sus labios se fundieron.
Ahora entendía muchas cosas, la extraña aparición del lobo, su comportamiento tan inteligente, su desaparición cuando sus sueños llegaban y por que se sentía igual de confortable con él a su lado que cuando Lay la abrazaba cada noche, después de haber estado juntos y resguardándola mientras se quedaba dormida.
Él siempre había estado con ella y ni lo había notado.
Los besos de Lay comenzaron a descender por su cuello hacia sus pechos, a los que tan bien sabía atender ya, y el aliento volvió a atascarsele en la garganta, notando como las manos de él apartaban a un lado los tirantes del camisón, dejando caer la prenda al suelo sin miramientos, dejando el cuerpo de ella igual de desnudo que el suyo en mitad de la noche, bajo la luz de la Luna que se colaba por las puertas acristaladas.
-Va.....vamos a la cama-murmuró ella, aun con algo del poco aliento que le quedaba.
-Lo siento, pero creo que eso no va a ser posible-le dijo este, sonriendo maliciosamente con sus manos abarcando sus pechos, casi arrodillado a sus pies, besando su estomago.
Verle de aquella manera, ahora sabiendo quien era, con aquella sonrisilla erótica en sus labios, sabiendo que seria suya en más de una manera a partir de esa noche, hizo que todo su interior se agitara para él, humedeciéndose sin remedio mientras lo veía besando la cima de su monte de Venus, no tan cerca de donde realmente lo quería.
-Si te muerdo aquí, seguro que tu sangre correrá muy rápido-murmuró contra su piel, besando la arteria que había en su cadera y que descendía por sus muslos.
-¿No habías dicho.....que seria mejor....después?-le preguntó ella.
-Solo comentaba-le respondió él, bajando sus manos muy despacio por su piel, haciéndola sentir como si 10 pares de ascuas ardiendo se pasearan por ella hasta llegar a sus muslos.
Depositando un nuevo beso sobre ella, sacó su lengua y le dio un rápido lametazo sobre sus labios, donde ya podía comprobar lo preparada que estaba para él.
-Ábrete para mi-le instó, ya arrodillado a sus pies, esperando.
Pero Lyona sabía que si hacia lo que le decía de aquella manera, las piernas no podrían sostenerla y acabaría cayendo al suelo sin remedio.
Observando que ella no parecía muy por la labor de obedecer su orden, Lay cogió una de sus piernas y se la colocó sobre el hombro, logrando que se abriera y Lyona soltara una exclamación de sorpresa.
-Si te apoyas en mi, no te caerás-le dijo antes de perderse en el interior de sus piernas.
Cuando sintió la lengua de este dentro de ella, no pudo evitar gemir y se agarro a su pelo para poder sentir algo sólido y de él bajo sus dedos. A su vez, Lay alzó los brazos hasta el pequeño trasero de ella, intentando mantenerla estable mientras la trabajaba, disfrutando de sus contracciones sobre él y notando cuanto más se preparaba para albergarlo en su interior.
Mordisqueó con sus colmillos el pequeño punto sensible de ella, haciéndola jadear más contra él, abandonándose sobre sus brazos y abriéndose más, abriendo más la pierna sobre su hombro para que pudiera llegar más hondo. Sus gemidos eran un exquisito regalo para sus oídos y solo le hacían trabajarla más rápido y más profundo contra ella, introduciendo la lengua en su canal para comprobar como lloraba para él, lo mucho que lo deseaba.
Cuando notó los primeros temblores, rompiéndose sobre él, gritando su nombre mientras los puños en su cabello se hacían tan fuertes como el acero, este continuó con su tarea, manteniendola en su clímax para que lo cabalgara como mejor quisiera, meciéndose sobre él.
Pero este no duró tanto como a Lay le hubiera gustado y Lyona pareció languidecer sobre él, en verdad sujetándose a este para no caerse.
-Lay-murmuró ella, notando que este no la había mordido aun.
-Lo siento, cariño, pero aun no quiero acabar con esto. Quiero que estés mucho más caliente cuando eso ocurra. Ahora baja aquí, te necesito todo lo cerca que pueda tenerte-le dijo, bajando la pierna de su hombro mientras la ayudaba a arrodillarse frente a él y la tumbaba en el frío suelo.
Después del calor que había corrido por su cuerpo, y seguía corriendo, Lyona no pudo evitar arquearse al notar la fría madera contra su espalda, haciendo que los ojos de Lay se volvieran más brillantes, como oro liquido, mientras la contemplaba.
Su miembro estaba pidiendo atención a gritos, más que preparado para enterrarse en ella, tan preparado que tendría que estar sintiendo verdadero dolor por ello, pero, viéndola bajo él, lista para el cambio y esperando por él....Joder. No podía acabar con aquello tan rápido. Necesitaba un poco más del cuerpo de ella.
-Lay,¿por qué no vienes ya?-le preguntó ella, agitándose bajo él, colocando las manos sobre sus hombros, rogándole con los ojos, de igual forma que había hecho con palabras, para que entrara en su cuerpo de una buena vez.
-Aun no, pequeña-le dijo, dándole un casto beso en la frente.-Quiero hundirme en tí, eso ni lo dudes, pero quiero sentir algo más de ese delicioso cuerpo tuyo-. Y, como para afirmar sus palabras, colocó la palma de la mano sobre el sexo de ella, la cual se onduló hacia él.-Rózate contra mi, dejame sentir como llega tu placer contra mi mano.
De nuevo dispuesta a obedecer, Lyona no tardó en mecer las caderas contra él, gimiendo cada vez más alto y apretando sus hombros, con los ojos cerrados, perdida en lo que estaba haciendo.
Quería tenerla así, perdida en el éxtasis, pero verla gozar contra sus dedos, moviéndose bajo él, estaba siendo demasiado para su autocontrol, notando como la parte interna de los muslos se le contraía y su espina dorsal parecía volverse liquida, exigiendo una liberación ante semejante visión.
Lyona, solo concentrada en obedecer y sentirle aun más, abrió más las piernas, alzando más las caderas contra él, recibiendo un par de dedos en su interior como premio, haciéndola dejar caer la cabeza hacia atrás, tan cerca de un nuevo orgasmo arrasador.
Si Lay la hubiera estimulado de algún otro modo más, estaba segura de que se hubiera roto en más de mil pedazos y jamás hubiera sido capaz de recuperarse, pero él estaba sobre ella, observándola con sus ojos líquidos y las facciones oscuras, pareciendo mucho más que fascinado viendo lo que hacia.
-Ya...llega. No aguanto....más-murmuró, aun con los dedos de él dentro de su cuerpo mientras ella los montaba a su gusto, apretándolos en su interior, necesitándolo.
-Pues no te contengas-le dijo, besándola sobre el oído, con una voz mucho más profunda.
En otro momento, se hubiera detenido para averiguar el por qué de eso, pero en aquellos momentos no podía perder el toque de ese momento, tan cerca de su cumbre.
Con una ultima elevación de caderas, se rompió todo dentro de ella, haciéndola temblar y gemir como un cachorro herido, notando como lagrimas de placer comenzaban a correr por sus mejillas y se humedecía aun mas para él, sintiendo como si toda ella se hubiera vuelto liquida bajo sus manos.
Cuando bajó de su cumbre, intentando respirar de nuevo, observó la expresión de este mucho más oscura de la que recordara haberle visto nunca.
-¿Lay?-murmuró, notando lo tensamente contenido que estaba este.
Pero, en vez de hablar, la giró sobre el suelo, haciendo que alzara las caderas contra él mientras sus manos y rostro presionaban contra el suelo de madera.
Sabía que los animales lo hacían de aquella manera, pero no se había esperado aquello por parte de él, que en seguida dejó que su maciza erección se pasearan por los labios de ella, arrancándole un nuevo gemido y humedeciéndole con lo que salia de ella. Estaba segura que, si la ponía en pie en ese momento, podría gotear para él.
Incluso en la rara postura, se encontraba totalmente abierta para él, dispuesta a lo que este fuera a hacerle y, antes de tomar una nueva respiración, Lay estaba sobre ella, sondeando sobre su abertura para enterrarse en ella, dejando escapar pequeños rugidos contra su oído que solo lograban calentarla aun más de lo que ya lo estaba, haciéndola sentir que estaban haciendo para lo que estaban hechos.
Cuando se hundió en ella de una dura embestida, ambos no pudieron evitar gritar. Lyona porque, en aquella posición, lo sentía aun más grande y más dentro de su cuerpo, como si aquella postura la abriera más para él. Lay porque, después de estar conteniéndose duramente durante tanto tiempo, el interior de ella era una cueva cálida y húmeda que amenazaba con arrebatarle el poco raciocinio que aun pudiera conservar.
Aun echándose más sobre ella, le mordió en el hombro, arrancándole un nuevo gemido, y se meció duramente contra ella, penetrándola tan hondo como pudiera llegar, marcándola como suya en todas las formas que conocía, dejándola temblando de placer bajo su cuerpo, notando como, después de unos momentos para acostumbrarse a su tamaño, le salia al encuentro, con la cabeza girada hacia él desde el suelo, mirándole por los ojos entrecerrados, brillando de placer y deseo.
Como si ya no estuviera bastante duro, aquella mirada terminó de enviar hasta la ultima gota de su esencia que su cuerpo pudiera contener hasta la punta de su miembro, solo logrando que aumentara más el ritmo mientras notaba como arañaba el suelo con las zarpas que le habían comenzado a crecer a ambos lados del cuerpo de ella, sometiéndola con tal fuerza que, en otro momento, hubiera temido hacerla daño o hacerla atravesar la madera del suelo.
Pero ella solo gemía de placer bajo él, encantada con lo que le hacia y cada vez más cerca de un nuevo orgasmo.
Cuando el suyo propio lo barrió, dejandole ciego y sordo de todo cuanto le rodeaba, subió la boca hasta el cuello de ella y, encontrando la arteria, mordió sobre esta con toda su fuerza, más animal que hombre en aquellos momentos, oyendo a lo lejos el grito de Lyona al tiempo que ella también se dejaba arrastrar por el clímax, agitándola descontroladamente contra él.
Retomando el control de sus sentidos, logró soltarla a tiempo, lamiendo la mordedura en su cuello para que cicatrizara cuanto antes, viendo como ella se dejaba caer de cualquier manera en el suelo, agotada después de aquella dura sesión de sexo y su parte animal haciendo los cambios pertinentes en su interior en aquel momento, más rápido por la Luna que aun brillaba intensamente en el oscuro cielo nocturno.
-Lay, tengo mucho sueño-le murmuró, más dormida que despierta.
-Pues duérmete. Eso te hará bien. Ayudara a que el cambio se produzca más rápido-le dijo, besando la otra mordedura que le había hecho en el hombro.
En verdad había sido un bestia aquella noche, liberado ante la idea de que Lyona sabía lo que era y, aun así, lo aceptaba. Y ella parecía haber gozado con todo cuanto le había hecho, incluso cuando había habido momentos que seguro que la había puesto en el limite de lo que ella podía soportar.
Acostándose en el suelo a su lado, apretándose contra la espalda de ella mientras su cuerpo hacia de cuna para el de ella, dejó que se durmiera, que descansara todo lo que le hiciera falta, ahora sabiendo que no había necesidad de desaparecer en el amanecer, notando como su esencia se extendía rápidamente por su cuerpo.
Dentro de poco, toda ella sabría y olería a él, para que nadie, ningún macho lo suficientemente tonto pensando que tendría posibilidades, se acercara a ella, notando que la razón de lo que ahora iba a ser se debía solo a él.
Enterrando la cabeza a un lado del cuello de ella, oliendo su piel desde tan cerca que tenía la sensación de estar bañándose en ella, no pudo evitar que el cansancio por la transición que acababa de hacer se abatiera sobre él, hundiéndole pronto en el mundo de los suyos tan profundamente como a su compañera, que dormía a su lado.
Por que, por mucho que dijeran o se quejaran, incluso aunque intentaran separarlos, ahora Lyona era su compañera.
Y nadie iba a parar eso.










CAPITULO 5


Aquella mañana, Lyona se despertó con el cuerpo nuevamente encendido, incluso cuando no creía que fuera posible después de la sesión de sexo que había tenido en aquel mismo suelo, haciéndola pensar que, después de algo como aquello, estaría seca para el resto de su vida.
Sin embargo, la erección que se mecía contra la parte baja de su trasero la estaba avivando condenadamente rápido.
Se giró para encarar al causante de aquello, pero, aun con una sonrisa juguetona en los labios, comprobó que este se encontraba profundamente dormido.
Observando esa atractiva cara relajada por el sueño,¿quien no podría caer ante él?.
Alzó una mano para acariciarle la mejilla, la cual sintió mucho más suave que en la noche anterior. Y, al mirar a su alrededor, se percató de que sus ojos también estaban mucho más agudos, notando y captando cosas que antes no había podido.
Le hubiera gustado despertarle para hacerle saber que todo había salido bien, pero... se le ocurrió otra cosa más divertida.
Le besó un lado de la mandíbula, notando como Lay giraba la cabeza hacia ella, y empezó a bajar por su cuello hasta llegar al pecho perfectamente definido y tan deliciosamente esculpido para ella, quedando todo a la vista de sus ojos sin restricciones.
Echó un ultimo vistazo al rostro de este para asegurarse de que estaba durmiendo y comenzó a jugar con sus pezones, arrastrándolos con sus dedos pulgares de manera áspera, esperando a que la sangre los hinchara aun más, como realmente pasó.
Este soltó un gemido ante las atenciones, pero no se despertó, así que ella siguió jugando con él del mismo modo en que este la había tenido como había querido. Se llevó un pezón a la boca, pasandole la lengua lentamente, quedándose con la sensación de él contra su boca y el sabor de su piel, algo que hizo que su lengua casi cantara.
Nunca pensó que hacer algo como aquello pudiera ser tan intimo, tan erótico y que ella misma pudiera disfrutarlo, amando el sabor de él en su boca, dandose cuenta en ese momento en la forma tan simple en la que siempre había hecho el amor con alguien en los pocos momentos en los que eso había ocurrido en su vida.
Aun con los gemidos dormidos de Lay en sus oídos mientras se tumbaba en el suelo, facilitándole el acceso a su cuerpo, Lyona dejó un camino de besos y mordiscos juguetones desde los pectorales de él hasta su ombligo, donde disfrutó con el tacto de sus abdominales hasta ir más a bajo, hacia su autentico destino.
Volvió a echar un vistazo a la cara de Lay, y observó aquella parte de su cuerpo, pensando si seria capaz de metérselo en la boca. Había hecho otros intentos con anterioridad, pero, o no le gusto la sensación o el dueño del miembro no parecía muy a gusto con lo que le hacia.
Sin embargo, tratándose de él, tenía la necesidad de hacer las cosas bien, corresponderle por el placer que él le había dado incluso aunque no le gustara lo que este le pidiera.
Pensando que era mejor ir poco a poco, le dio una lamida a su miembro desde la base a la punta, arrancando un estremecimiento de placer a este y encontrándose con que ella misma en verdad disfrutaba con aquello, percatándose de que, adorando el sabor de la piel de él, en aquella zona el sabor solo era mucho más intenso hasta casi marearla.
De nuevo, dio otra lamida del mismo modo, pero, al llegar a la punta, dejó sus labios sobre él, besando y lamiendo la pequeña hendidura que había allí, que ya empezaba a gotear para ella.
Apenas le había dado unas pocas atenciones y él ya le recompensaba con su placer.
Notando como los gemidos de este solo subían de volumen, arriesgándose a que este se despertara en cualquier momento, decidió que debía avanzar un paso más antes de que pudiera detenerla, así que, lamiéndose los labios, preparándose para eso, se metió el miembro de este en la boca, acariciando con la lengua toda aquella superficie que pudiera abarcar.
Lay se tensó contra el suelo, con los puños fuertemente apretados, pero aun con los ojos cerrados, así que Lyona paso a recrear el vaivén de sus caderas sobre él, disfrutando de su sabor y su textura en el interior de la boca, amándolo sobretodo por que era él, como bien sabía que él había disfrutado cuando la había tenido a ella, sabiendo lo mucho que él lo había disfrutado.
Para su agrado, así pareció ser, oyéndole jadear desde el fondo del pecho, así que aceleró el ritmo, notando como su sabor aumentaba dentro de ella al tiempo que también se encendía su cuerpo, observando como toda la piel de él parecía llamear por sus atenciones.
Abarcando hasta el fondo de su garganta, le llevó hasta el limite de lo que él mismo podía soportar, volviéndola más osada precisamente por ello, y dejó que se liberara contra ella, no dispuesta a dejar nada de él fuera de su alcance, observando como gemía su nombre con los dientes apretados, aun más sexy de lo que podía recordar, ahora bajo la luz del sol.
Lo lamió de nuevo, acompañándolo en su descenso de la cumbre y también dejó una serie de besos por sus caderas, como si le agradeciera algo o el simple hecho de estar allí con ella.
-La próxima vez que pase eso, será dentro de ti-le dijo este, abriendo un poco los ojos hacia ella, dirigiéndole una sonrisa satisfecha, haciendo que Lyona se sonrojara.
-¿Estabas despierto?.
-¿Cómo iba a estar dormido cuando mi compañera me atendía de ese modo?. He tenido que contenerme para no saltar sobre ti antes de que terminaras lo que estabas haciendo.
-¿Por qué....no me dijiste que estabas despierto?.¿Desde cuando lo estas?.
-Desde que tú te has despertado. Mi deber es velar por ti.
-¿Y no has podido abrir los ojos para hacérmelo saber?-le dijo, dirigiéndole un puchero molesto.
-¿Y perderme esto?. Ni hablar.
Al ver que ella seguía enfurruñada, soltó una risotada de diversión masculina y la tomó de ambas manos, alzándola sobre su cuerpo hasta que Lyona estuvo sentada sobre sus piernas, tan cerca de su miembro nuevamente recuperado que podía notar el calor de este en la parte interna de los muslos.
-¿Qué estas haciendo?-le preguntó ella.
-Bueno...Quiero que mi compañera tome las riendas durante un momento como premio al regalo que me ha hecho. Quiero que me tomes como mejor creas conveniente y que sientas este momento bajo tu nueva condición. Quiero celebrar que estas aquí conmigo, sana y salva.
Si hubiera sido otro el que le hubiera ofrecido aquella postura, dejandole las riendas totalmente a ella para que hiciera lo que más le gustase, pensaría que era solo por que el hombre no tenía la intención de hacer nada y quería cargarla a ella con todo el trabajo, pero tratándose de Lay, sabía que no era así, si no que creía en las palabras que le había dicho.
Aun mordisqueándose un labio, nerviosa, se alzó sobre este, colocando las manos sobre su abdomen y, comprobando que ella misma seguía aun húmeda, descendió lentamente sobre él, tomándolo sin prisa, como si quisiera disfrutar por separado de cada centímetro de este que se abría paso en su interior, lo que provocó que una nueva capa de sudor aflorara por toda la piel de él, obligándose a quedar donde estaba para que ella hiciera lo que quisiera.
-Condenado....infierno-murmuró entre los dientes cerrados, viéndola a ella sobre su cuerpo, descendiendo tan jodidamente despacio, con los ojos cerrados, disfrutando de aquello a su modo, recreándose con lo que su nuevo cuerpo podía llegar a sentir ahora.
-Ahhh...Esto es tan bueno-murmuró ella cuando por fin lo tomo hasta la base, dejando caer la cabeza hacia delante, sintiéndose mucho más abierta y llena de lo que jamás pudiera creer posible, dejando a todo lo demás fuera si no era una de las deliciosas sensaciones que corrían por su cuerpo.
-Pero...va a ser muy malo como no te....muevas-le dijo Lay, aun con los dientes cerrados y los puños apretados, intentando detenerse a sí mismo para no coger a Lyona por las caderas y obligarla a cabalgarlo tan duro como quería.
-Pero...tú me dijiste que podía....hacerlo como quisiera-le dijo ella, montándolo despacio, embriagada por todo lo que sentía, dirigiéndole una sonrisa malvada de hechicera.
-Y puedes. Pero....no sé si mi cuerpo te dejará hacerlo mucho más.
Como para desafiar a las palabras de él, se elevó hasta casi tenerlo fuera y luego se dejó caer sobre él, obligandole a soltar un gemido que casi le destrozo el pecho.
-¿Qué es lo que has dicho?. No creo haberte oído.
-Me vas a matar-murmuró él, moviendo la cabeza sobre el suelo, totalmente derrotado ante ella.
Pero Lyona no era tan mala y, aunque aquel ritmo le resultaba deliciosamente satisfactorio, también amaba los ritmos calientes que este siempre había usado sobre ella, así que, afianzándose mejor sobre Lay, comenzó a mecerse cada vez más deprisa, notando como las manos de este salían despedidas hacia sus caderas, pero solo permaneciendo allí, sin privarla del control.
Sus ojos dorados saltaron sobre ella, comiéndose todo aquello de su cuerpo que quedaba ante su vista, lo que solo provocó que ella se calentara más y aumentara el ritmo, dejándolos a ambos rápidamente jadeosos y cerca de las cimas de su placer.
-Si....me miras....con esos ojos dorados.....no puedo evitar....descontrolarme-le acusó ella, echando la cabeza hacia atrás, notando como la dulce y explosiva sensación de éxtasis se extendía rápidamente por todo su cuerpo como miel liquida junto con toneladas de lava hirviendo.
-Ahora tus ojos...tambien son dorados-le dijo Lay, saliéndole al encuentro duramente, sintiéndola tan cerca como él mismo.
Antes de que ninguno pudiera decir nada más, las contracciones de ella lo tomaron como un tornillo de succión, exigiéndole que estuviera allí con ella, y no pudo evitar seguir esa orden, observándola a través de los ojos entrecerrados mientras esta estaba totalmente perdida en su placer.
Cuando las fuerzas les abandonaron, Lyona cayó cual pesada era sobre el pecho de Lay, intentando recuperar el aliento.
Sabía que su cuerpo habría sufrido algún cambio tras la transformación, pero si a partir de ese día todos sus orgasmos iban a ser tan apoteósicos, acabaría partida en dos cualquier día.
-¿Mis ojos....tambien están....dorados?-le preguntó a este cuando recuperó algo de aire, oyendo el fuerte corazón de este bajo su oído volviendo lentamente a su ritmo normal.
-Si. Es normal que ocurra durante este tipo de situaciones, porque hacen aflorar a tu lobo. De igual modo que se volverán dorados si te enfadan o te hacen daño.
Ante esa ultima posibilidad, Lay la cubrió con sus brazos, como si fuera impedir que algo así ocurriera con su propio cuerpo.
Lyona estaba pensando en más cosas que pudiera necesitar saber cuando un mal aroma llegó hasta su nariz.
Era una combinación extraña de muchos litros de colonia cara que, a esos niveles, era imposible que oliera bien, humo de coche, fridurías de la ciudad y otros tantos aromas entremezclados que en verdad la amenazaban con hacer que le lloraran los ojos.
-¿Qué es eso?-preguntó, buscando el lugar de donde procedía el olor.
-Esta aquí-murmuró disgustado Lay.
Y, antes de que ella pudiera preguntar sobre a quien se refería, unos sonoros golpes resonaron en la puerta principal de la casa.
-¡Lyona, ábreme!.¡Te traigo unas noticias buenísimas!-oyó gritar a Seung Jae desde fuera.
¿Realmente este olía tan mal para el olfato de un animal?. Con razón Lay le había gruñido la primera vez que fue a su casa. Si no fuera porque resultaría muy extraño, ella misma también lo haría.
-Será mejor que vayas a hablar con él o no se marchara-le dijo Lay con disgusto, abriendo los brazos para que ella pudiera ponerse en pie y correr a su cuarto para ponerse algo de ropa.
Con una camiseta ancha y vieja y unos vaqueros que cogió de encima de una silla, salió sin nada más a atender a su compañero de trabajo mientras Lay aun permanecía sentado en el suelo, observando con desagrado como su compañera tenía que correr a atender a aquel desagradable humano.
-¿Qué es lo que ha pasado?-le preguntó ella cuando le abrió la puerta y lo empujara hacia afuera para poder cerrar la puerta y que no viera al hombre desnudo en el interior de la casa.
-Hemos encontrado al tipo que ponía las trampas en el bosque-le dijo este con una radiante sonrisa.- Se trataba de uno de tus vecinos, un hombre mayor que vivía solo y se dedicaba a la caza. Preguntando a los vecinos, hemos descubierto que lo lleva haciendo durante muchos años, pero con la multa que se ha ganado, dudo que vuelva a hacerlo.
-¡Genial!. Ahora los animales del bosque podrán respirar más tranquilos-le contestó ella, con una sonrisa mucho más brillante que la suya.
Ahora que la observaba, parecía cambiada, como si su piel se encontraba recién formada y una extraña y atractiva aura saliera de ella a raudales. También algo que parecía una amenaza, pero desechó aquello como una idiotez.
-Lyona, también quería pedirte disculpas por mi actitud lanzada la ultima vez que estuve en tu casa. En ningún momento quería llegar a molestarte. De verdad.
-Tranquilo. Eso ya esta olvidado-le dijo, aun sonriendo.
Si no fuera por que aquello era una tontería, juraría que esta estaba conteniendo el aliento, como si no quisiera captar el olor de algo desagradable.
-Pero...aun así, quisiera salir contigo-le insistió, haciendo desaparecer de un plumazo la sonrisa de ella.
-Ya te advertí sobre esas cosas-le dijo esta, no sonando nada cómoda ante el giro que había tomado la conversación.
-Piensa en ello. Nos conocemos desde hace años, trabajamos juntos y tenemos cosas en común. Si tienes que salir con alguien, la opción más lógica soy yo.
-Lo siento mucho por ti, pero ella ya no esta a tu alcance-dijo una voz de hombre.
Y ambos se volvieron hacia la cabeza que asomaba a través de la puerta de Lyona, observándolo con disgusto.
-¿Y quien eres tú para opinar?-le preguntó Seung Jae, poniéndose tenso al instante ante la presencia de aquel tipo.
-Soy el compañero de Lyona-le respondió, saliendo fuera completamente desnudo mientras envolvía con un brazo la cintura de ella hasta tenerla pegada a su cuerpo.-Así que creeme cuando te digo que, a parte de trabajo, no tienes nada más que hablar con ella.
Tal vez en otro momento y con otro tipo hubiera intentado rebatir aquello, pero el aura que salia de aquel tipo en aquellos momentos era mucho más que amenazante, sintiéndose igual de asustado como cuando el lobo de ella le había gruñido al llegar a su casa. Y la mirada rápida de adoración que Lyona le dirigió al tipo, como si el hecho de que fuera desnudo no tuviera importancia, le indicó que de verdad no tenía nada que hacer allí.
-¿De verdad es eso lo que quieres?-intentó rebatirle a ella en un vano y lastimero intento, señalando al tipo como si fuera una cosa de la que se hubiera encaprichado y no una persona.
-Sí. Estoy mucho más que segura-le contestó ella, ahora con sus azulados ojos centelleando enfadados hacia él, como si la manera de despreciar a aquel hombre ante ella le hubiera causado un dolor físico.
-Bien. Si eso es lo que quieres, allá tú. Pero cuando te canses de él, ni se te ocurra buscarme. Tengo demasiadas mujeres detrás como para volver hacerte un hueco.
-Pues que te diviertas mucho con ellas-le dijo esta desde su espalda, mientras se dirigía a su coche.
Dirigiéndoles una ultima mirada molesta, observando con asco la buena pareja que parecían hacer, se subió a su coche, arrancó y se largó de allí sin echar un solo vistazo atrás.
A su vez, Lyona y Lay permanecieron en la puerta hasta que este desapareció, asegurándose de que realmente se había ido.
Cuando estuvieron seguros de ello, esta se volvió hacia él y, observándole de arriba a bajo, no pudo contener una sonrisa divertida.
-¿Cómo se te ocurre salir a la calle totalmente desnudo?.
-Él también era un hombre, así que no había nada que ocultar. Además, así mi señal de que lo destrozaré si se te acerca quedaba mucho más clara. Aunque...creo que se ha asustado más con la señal que le has mandado tú-le dijo este, cogiéndole el rostro entre las manos para obligarla a alzar la cabeza y lo mirara.
-¿Yo?.¿Una señal?.¿Qué señal le he mandado yo?-preguntó, ignorante ante lo que en verdad había hecho.
-Le has enviado una señal clarísima de que no podía meterse con tu hombre si quería seguir entero.
-¿Eso le he mandado?-le preguntó ella, alzándose sobre sus pies para intentar llegar a los labios de él mientras Lay seguía acariciándole el rostro.
-Así es. Esa señal es mucho más efectiva que cualquiera que podría haber lanzado yo.
-Umm-hhmm-murmuró Lyona momentos antes de besarse y dirigirse una mirada, sonriendo.
-¿Vas a tener que seguir trabajando con él?-le preguntó este mientras ambos entraban en casa, sonando algo celoso.
-Eso parece, pero el teléfono e internet me ayudaran a verlo menos de lo que quiero. Me gusta mi trabajo si puedo ayudar y no me gustaría dejarlo.
-Pues no lo dejaras-le aseguró este mientras ambos se sentaban en el sofá, con Lyona sentada entre sus piernas cruzadas, la cual se quedó mirando su cuerpo expuesto.
-Tal vez deberías buscarte algo de ropa para usar si hiciera falta-comentó ella.
-Tranquila. Durante esta Luna llena tengo que ir a hablar con mi manada contigo para presentarte como mi pareja y para que te acepten como parte de la manada. De paso, cogeré mis cosas del cuartucho donde las tenía guardadas.
Ella no pudo evitar ponerse nerviosa.
-Y...¿tú crees que ellos me aceptaran?.
Lay sonrió al notar su nerviosismo.
-No tienes nada que temer. La manada aceptara a quien sea mi compañera simplemente por que yo la he elegido como tal. Y te amaran como parte de su familia desde el momento en que te conozcan.
-Pareces muy seguro de eso-le echó en cara ella, como acusándolo de haber hecho aquello en otras ocasiones, lo que provocó la risa de este e hiciera que aparecieran de nuevo esos hoyuelos en su cara.
-Estoy seguro de ello porque detectaran mi marca en ti. Y si has sido mucho más que digna para que yo te escoja para pasar contigo lo que me quede de vida, ellos aceptaran al nuevo miembro sin restricciones. Así ha sido siempre, desde tiempos inmemoriales.
Lyona se abrazó a él, dejando descansar la cabeza en el hueco de su hombro, quedándose observando la nada.
-¿Por qué tengo la sensación de haber entrado a formar parte de una familia numerosa?.
-Porque somos familia numerosa-le dijo este, sonriéndole y besándola en el cabello.- Y ahora tú también formas parte de esa familia.




FIN






¡¡¡¡Por fin he podido subir todos los dibujos que iban con la historia!!!
Sé que he tardado algo así como un mes en subirlos y eso, pero es que he estado liada haciendo otras cosas y, entre unos y otros, no había podido dedicarle el tiempo que se merecía a esta historia y he ido subir los dibujos cuando prácticamente ya voy a subir la siguiente historia.

Os concederé una pequeña pista sobre quien es: Un miembro muy querido de Super Junior.
Solo con eso, muchos de vosotros ya deberíais haber adivinado sobre quien estoy hablando. Si no es así, solo esperad hasta dentro de poco tiempo.

Como también hice dibujos extras que no pude utilizar para la historia, os los dejo aquí para que podáis verlos y quejaros de lo mal que dibujo (pero sin pasaros demasiado, ¿eh?).






Bueno, gente, con esto yo ya me despido hasta la próxima. Espero que hayais disfrutado con la historia, que no os haya resultado pesado, que os gustara y que esteis esperando por el resto de historias que estado haciendo.

Manteneos sanos y Bye. -^^-

No hay comentarios:

Publicar un comentario